Una historia repetida. ..

Un peso extra sentía esa mañana, una molestia extraña, pero recurrente, volvía hacerse presente. Quizás la misma angustia de otras veces pero es que esta vez lo había encontrado cansado, por no decir agotado, ya creía que se habrían acumulado muchas injusticias.
Debería ir a trabajar como todos los días, al mismo y hasta ¿por qué no? muy querido lugar, donde gracias a muchos años de esfuerzo, estudios y un verdadero compromiso, lo hacían quererlo y conocer mejor que nadie las tareas que allí se realizaban.

Sin embargo hoy no era igual, tendría una nueva jefatura , un político más, quizás igual a muchos de los que ya habían pasado, pero la pequeña charla tenida el día anterior cuando se lo presentaron lo habían inundado de inquietudes; pues había podido notar que no sólo «no era conocedor» de los temas que debería dirigir, sino que había notado una total falta de humildad en sus actitudes, y para peor, una desesperada intención de demostrar y hasta lo había hecho en forma un poca irrespetuosa, que cómo ahora iba a estar él, todo iba a cambiar para bien…

Toda la tarde se había estado preguntando: ¿donde estaría todo lo mal que venía haciendo? Si todas las tareas que llegaban a sus manos se realizaban en tiempo y forma, y las que no, iban quedando absolutamente siempre pendientes por problemas de falta de recursos o de intervención de terceros. Pensaba que para colmo ahora y como hecho contraproducente, se tendría que afrontar el costo de mantener en el área un puesto directivo, con todo lo que ello conlleva. Mucho menos podía entender los cambios al que se habría hecho referencia, si hacía muy pocos días atrás lo habían felicitado por cómo venía llevando adelante al sector, es más, hasta creía estar convencido de la existencia de una fluida y cordial comunicación con sus directivos superiores.

Aunque en realidad… todo estaba claro, sabía que el nuevo director independientemente de los rumores que ya circulaban por toda la empresa de que habría tenido problemas con la justicia en empleos anteriores, era muy amigo de uno de los más altos funcionarios, y encima ya se venía maquinando que no sólo iban a tener que soportar su soberbia y falta de conocimiento, sino que deberían llevar a cabo, además de todas las tareas que ya venían realizando, una mucho más compleja: tratarlo con delicadeza por temor de perder el tan imprescindible empleo.

Buscaba sin embargo y casi desesperadamente aunque sea un muy pequeño motivo que le permita aceptar que esta nueva incorporación no sólo estaría colmado de injustas «atribuciones», sino que, a sabiendas de todo el esfuerzo que venía realizando para que le aumenten un poco más su sueldo, el recién llegado recibiría más del doble que su paga.

Se miró nuevamente al espejo, buscaba responsables, soluciones, respuestas…

Repasaba las tareas que se deberían finalizar, las que habría que retomar, los informes a los cuales se tendrían que dar curso, las capacitaciones a punto de concluir para todos los integrantes del sector; intentaba encontrar las palabras que debería usar para no romper el buen diálogo desde el primer día con su nuevo director, imaginar cómo serían sus reacciones y cuantificar todo el mal que le harían… cuando empezó a notar mareos, malestar general, dolor en el pecho y …

… nunca pudo enterarse que al no estar él, quien sería su nuevo director no pudo hacerse cargo del área porque hubo que buscar a alguien capacitado que lo hiciera, que nadie supo que fue de este señor que a raíz del triste desenlace terminó hasta discutiendo con su benefactor «amigo», ni que por la indiferente e impune decisión de funcionarios que no saben hace bien sus tareas, no iba a poder terminar siquiera todo lo que con tanto amor y dedicación había iniciado, mucho menos… disfrutar la vida.

(dc)

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