Un padre y su hijo viajaban en coche y desafortunadamente tienen un accidente gravísimo. El padre muere instantáneamente y al hijo lo llevan urgente al hospital para practicarle una complejísima operación.
Mientras llaman a la mayor eminencia médica de la ciudad para que efectúe dicha cirugía, pero cuando llega al quirófano dice: «Uy Dios mío!!! No lo voy a poder operar… Es mi hijo.»
¿Cómo puede ser?
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Que tan rápido te diste cuenta?
Pues mientras que algunas personas tienen la respuesta inmediata, otros muchos son incapaces de resolver la pregunta que aquí se plantea.
Como nuestro cerebro, educado a base de dogmas machistas, no reconoce de inmediato que la eminencia médica puede ser una mujer, nos planteamos todo tipo de posibles escenarios con tal de no relacionar que su propia madre pueda ser una gran profesional de la medicina.
El mecanismo cerebral que nos empuja a sabernos seres con prejuicios se denomina parcialidad inconsciente o implícita. Se trata, según la BBC, de relaciones que tienen origen cultural y si no las frenamos reeducándonos, nos acompañarán toda la vida.
Nuestro inconsciente infantil se nutre de las situaciones que tenemos a nuestro alrededor, estableciendo conexiones entre distintos conceptos asumidos, como que una eminencia médica solamente puede ser un hombre.