La Prueba

Que difícil se nos hace algunas veces darnos cuenta de lo que tan naturalmente estamos haciendo…

La Prueba.

“Sólo cuando sea derribado tendrás a mi hija”, había dicho el brujo.

El hachero miró el tallo fino del árbol y sonrió con suficiencia. Un primer hachazo, formidable, marcó levemente el tronco. Otro, en el mismo lugar, apenas profundizó la herida. Bien entrada la noche, el hachero cayó exhausto.

Descansó hasta el amanecer y hachó toda la jornada siguiente. Así día tras día. La herida se iba profundizando pero, a la par, el tronco engrosaba. Pasó el tiempo y el árbol se volvió frondoso; la muchacha perdió juventud y belleza.

El hachero, a veces, alzaba los ojos al cielo. No sabía que el brujo conjuraba los vendavales, desviaba los rayos y alejaba las plagas que carcomen la madera. La muchacha encaneció y él seguía hachando. Ya casi no pensaba en ella.

Poco a poco, la olvidó del todo. El día en que la muchacha murió no le pareció distinto de los anteriores. Ahora, ya viejo, sigue su pelea contra el tronco descomunal. No se le ocurre otra cosa: el silencio del hacha le produciría terror.»

Raúl Brasca.
(Argentino, 1948)

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¿Qué son los agujeros negros?

Hace varios días que venía queriendo hacer una nota sobre agujeros negros, sobre todo desde la divulgación de la foto recientemente tomada del agujero negro en el centro de la gigantesca galaxia elíptica M87, que es la mayor y más luminosa de la zona norte del Cúmulo de Virgo.

Me costó decidir por donde empezar ya que sin algunos conocimientos previos, una clara explicación de lo que son estos tan extraños agujeros sería no sólo aburrida sino un verdadero fracaso. Por lo que opté explicarlo por medio de algunos ejemplos que espero sean sencillos de interpretar.

Primero intentaremos ver el porqué se dicen que son “Negros”, después porqué “Agujeros” y finalmente como se forman y de que están compuestos.

Para empezar recordemos que la masa de un objeto determina la cantidad de materia que tiene un cuerpo, recién cuando lo hagamos interactuar bajo la aceleración de la gravedad podrá adquirir un determinado peso. Newton nos decía que si queríamos saber cual era la fuerza (peso en este caso) que actuaba en un objeto deberíamos multiplicar su masa por la aceleración otorgada (gravedad también en este caso). Y es por eso que si pesamos 60 Kilos en la tierra, pesaremos mas o menos 10 Kilos en la luna o 150 kilos en Júpiter!!! Sin embargo nosotros seremos los mismos (misma masa), sólo ha cambiado la aceleración gravitatoria. Y esta aceleración gravitatoria más vale que dependerá de la masa del planeta o satélite natural, pero también lo hará del radio del mismo. En otras palabras, si la tierra tuviera la misma masa pero sería la mitad de tamaño pesaríamos muchísimo más -su fuerza gravitatoria sería varias veces superior- y viceversa.

Dicho ésto no nos será muy difícil pensar que si tiramos un manzana al aire, ésta llevará un energía cinética (fuerza con la cual la tiramos) que la hará subir hasta donde la fuerza de la gravedad le permita, y ésto será hasta que su energía potencial tome, según la altura a la cual haya llegado, un valor similar a la energía cinética en el lanzamiento, para luego caer como lo haría cualquier cuerpo en caída libre. Mas fuerte la tiremos, más alto llegará, o si lo hacemos en la luna con la misma fuerza que lo haríamos en la tierra iría mucho más alto porque su fuerza gravitatoria es seis veces menor. Si lo hiciéramos en Júpiter al contario llegaría muchísimo más bajo.
Ahora pensemos que queremos tirar las manzanas para que le lleguen a alguien que está esperándolas en la Luna. Para ello deberíamos incorporar un nuevo parámetro de cálculo que sería la “velocidad de escape” de un cuerpo con masa o lo que es lo mismo con gravedad. Esta velocidad determina a que velocidad tenemos que impulsar un objeto para que pueda subir lo suficientemente alto para romper la barrera gravitatoria y llegar al espacio donde por no haber mas gravedad podría seguir su viaje a la velocidad que le reste en ese instante, y para el caso de nuestra tierra sería de 2.380m/seg.
Como la velocidad inicial dependerá de la fuerza que le apliquemos al impulsarlos, ni se quieran imaginar cual sería ésta para que pueda abandonar la atmósfera, y mucho menos en planetas más grandes con mucha mayor masa o a igual masa de mucho menor radio. Es más, pensemos por un momento que si el planeta en donde estamos es infinitamente grande que nuestra tierra, no podríamos por más que quisiéramos mandar absolutamente nada al espacio porque no tendríamos jamás la fuerza suficiente para hacerlo.

Si se entendió hasta acá veamos que pasaría con la luz de una enorme linterna si la apuntáramos para arriba. ¿Se vería desde la luna? La respuesta es obvia… Más vale que sí, de la misma forma que vemos la luna cuando el sol la ilumina o a las mismas estrellas. La luz puede avanzar “casi” sin problemas aunque haya algo de gravedad, pues ella no está compuesta de masa, sino de fotones, y éstos son cuántos de energía que no tienen masa y van increíblemente alternándose entre una extraña dualidad entre ondas y partículas. Sin embargo dije “casi” porque Einstein descubría algo llamada teoría de la relatividad general que ponía de manifiesto una estructura del espacio nunca antes imaginada y que daba la respuesta a la inquietud más grande que haya tenido Newton:

“Sí pude encontrar que los cuerpos se atraen por una fuerza gravitatoria y hasta le he dado una formula exacta para calcularla. Pero… ¿por qué es así?”

Es más, se cuenta que Newton se desvelaba pensando el “¿Cómo se daban cuenta los satélites, los planetas, las estrellas, que se tenían que atraer con una exacta fuerza que hasta se podía calcular con exactitud si estaban lejísimos y hasta, por así decirlo, nunca se habían visto ni preguntado cuan grandes serían…”
Fue Einstein hace un poco más de 100 años quien con su teoría no sólo le daba la respuesta, sino que determinaba que la luz también es alterada por la gravedad de un cuerpo, y si éste tuviera una masa enorme en un radio muy chico –imaginemos la masa de nuestra tierra en una superficie como la de una nuez-, sería tan enorme su fuerza gravitatoria que no sólo las manzanas serían imposibles de tirar para arriba sino que los haces de luz se “doblarían” dirigiéndose hacia el centro de gravedad del planeta en cuanto apenas fueran despedidos, impidiendo en forma absoluta que fueran para arriba, mucho menos que logren abandonar la atmósfera para que puedan ser vistos de otro lugar del espacio, convirtiéndonos en un mini planeta totalmente “oscuro”, totalmente negro para los demás, donde la luz no sólo no puede ir a ningún lado que no sea hacia el centro del mismo sino que cualquier luz que quiera venir de afuera sería “aspirada” por dicha fuerza gravitatoria sin posibilidad alguna que se refleje. Para todo el espacio seríamos simplemente un cuerpo absolutamente negro, que NO SE PODRÍA VER!!!

En el porqué se lo llama «Agujero» vamos a poder entender también porque la luz se dobla como se acaba de comentar.
Einstein sostenía en su teoría que todo cuerpo en el espacio que tuviera masa lo deformaría en función del valor de esta última de tal manera que todo cuerpo cerca de él sentiría sus consecuencias, tal como hundiría una pesada bola de bowling en el centro de un colchón. Podemos imaginar en este ejemplo que si tiramos bolitas en el colchón deformado por el peso de la bola, éstas caerían derechitas hacia la bola como lo hacían las manzanas que tirábamos para arriba. O que si en la superficie inclinada hacia abajo por el peso de la bola tiramos una bolita con la suficiente fuerza horizontalmente, tal como lo haríamos con la bolita de una ruleta, ésta si no tiene la fuerza como para salir expulsada del colchón quedaría dando vueltas como un órbita lunar alrededor de la tierra o la tierra misma alrededor del sol. (Más vale que en este ejemplo la bolita pierde energía cinética por el roce con el colchón y cada vez irá “orbitando” mas cerca de la bola hasta pegar con ella).

Si entendimos el ejemplo podemos entonces decir varias cosas:

Si el cuerpo en cuestión tiene una cantidad enorme de masa en un radio muy chico en comparación podría agujerear el colchón por su increíble valor gravitatorio. “Agujero”

Si bien la luz no tiene masa y no se vería afectada por esa gigantesca gravedad, al seguir una dirección rectilínea a 300.000 Km/seg en un espacio exageradamente curvado hacia adentro por semejante masa concentrada no tendrá mas camino que circular por el que la lleva al fondo del agujero, curvándose hacia abajo apenas al salir de nuestra “linterna” dirigida hacia Arriba o “chupando” cualquier luz que llegue del exterior.

“Cualquiera que quiera ver hacia allí, lo vería absolutamente negro”

Si no hice tan mal los deberes ya podemos tener una noción de que es un «agujero» y porque le decimos «negro», pero ¿Y cómo se forman?

Demás está decir que si pudiéramos contraer toda la tierra al tamaño de una nuez sin perder ni un gramo de toda su masa lograríamos tener un pequeñito “agujero negro”, pero para tranquilizarlos les diría que haría falta una energía equivalente a millones y millones de bombas atómicas.
O si lográramos compactar al sol en una circunferencia de 3 kilómetros también lograríamos uno un poquito más grande, en donde a partir de ese momento no veríamos ni un brillito más de sol, porque como se dijo toda la radiación electromagnética, incluidas las infrarrojas, visibles y ultravioletas verían deformado su camino hacia adentro del mismo y no hacia el exterior como lo hace hasta ahora. Pero a diferencia de la tierra, en el sol si tenemos la posibilidad de tener la energía de millones de bombas atómicas para lograrlo, por lo que hablemos un poco más de eso.

El sol, como cualquier estrella brillante, por medio de la fusión nuclear se encuentra en una constante degradación de la materia liberando energía en cantidades exorbitantes que a muy nuestro beneficio nos permiten la vida. Einstein determinó que la energía de la materia en reposo es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado “e=mc2“, y aún cuando la masa sea pequeña, como la velocidad de la luz es casi 300.000.000m/s este valor es de proporciones increíbles.

Claro que casi toda la materia que está a nuestro alcance está en un absoluto equilibrio de masa por lo que no libera energía alguna, pero si quisiéramos romper la estructura molecular del átomo, por ejemplo con el bombardeo en cadena de neutrones en materiales pesados como el uranio o el plutonio, la disminución de masa que produzcamos equivaldrá a una tremenda liberación de energía (Fisión nuclear, característico de las Bombas Atómicas).

En el sol, como en cualquier estrella brillante, a través de la fusión nuclear que se produce en su interior, núcleos de hidrógeno chocan entre sí, y se fusionan dando lugar a un núcleo más pesado de helio liberando una enorme cantidad de energía la qué al ser muchísimo más poderosa que la fuerza gravitatoria, pueden cruzarla sin inconvenientes para poder en forma de radiaciones electromagnéticas llegar a todo el universo. Pero esta masa que se va degradando y liberando energía llega al día en que pierde la pulseada contra la presión gravitatoria del propio sol no pudiendo sobrepasar sus límites gravitatorios y concentrándose de tal manera en su interior que colapsa de tal manera que las capas exteriores salen despedidas en un explosión supernova y su núcleo se comprime tan considerablemente que se convierte en un agujero negro (Una cantidad casi infinita de masa en un esfera muy chica de tamaño)

Se estima que estamos a millones de años de que esto ocurra en nuestro sol, pero el universo está repleto de agujeros negros que han sido estrellas brillantes, algunas miles de millones mas grandes que nuestro sol y que han colapsado convirtiéndose en verdaderos agujeros negros.

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Se muestra la foto captada por una red de telescopios que conforman el Telescopio de Horizonte de Eventos (EHT, por sus siglas en inglés), que logró capturar «en detalle» cómo luce un agujero negro tres millones de veces más grande que la Tierra.
Este «monstruo», como lo llamaron los científicos, está ubicado en la galaxia Messier 87 (M87), a unos 55 millones de años luz de nuestro planeta.

El anillo brillante que se puede observar es el límite exterior del agujero negro conformado por gases muy calientes cuyas radiaciones se desplazan circularmente a la velocidad de la luz y se denomina horizontes de sucesos. Es el exacto lugar en donde una vez que cualquier cosa que lo alcance, llámese materia o energía ondulatoria, es indefectiblemente succionada por el propio agujero. La diferencia entre la brillantez del anillo se debe al efecto Doppler, ya que la porción de anillo que es cruzada a la velocidad de la luz en dirección hacia nosotros se ve mucho más brillante que la que se aleja de nuestra vista.

También se muestra la foto donde se puede ver el área de la galaxia capturada sin el zoom realizado para mostrar sólo el agujero negro.

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Algunos otros datos curiosos son que esta foto representa el estado de esa porción del universo ocurrida hace 55 millones de años, años que ha tardado la luz en llegar a nuestros telescopios, la masa de ese agujero negro se estima en 6.500 millones veces mayor que la de nuestro sol y lo más sorprendente de todo es que el tiempo en su interior se detiene. Sí, en él no transcurre el tiempo que nos es tan familiar, si pudieras estar en el borde de ese horizonte de sucesos tu reloj se detendría, y si volvieras… millones y millones de años habrían pasado para tus semejantes.
Esto último ocurre también por la teoría de la relatividad de Einstein, donde el tiempo que es afectado por la gravedad va mucho más lento cuanto ésta es mayor. (Diferencia que hasta es tenida en cuenta en los relojes atómicos que poseen los satélites que al ir mucho más rápidos que los terrestres, deben autoajustar su tiempo para ir acorde a los demás. De otra forma, por ejemplo los GPS, funcionarían erróneamente)

Un último dato, esta foto fue capturada como si fuera con un telescopio cuya lente fuera del diámetro de la tierra. Como esto es prácticamente imposible, se efectuó compaginando fotos digitales de altísima resolución tomados de 8 telescopios repartidos por todo el globo terráqueo y procesadas por supercomputadoras por el término de dos años con la programación y supervisión de más de 200 científicos de todo el mundo.

Me quedaron un montón de ejemplos y curiosidades respecto a este tema, pero si sigo lo haría interminable, así y todo no pude hacerlo más breve aunque lo hubiera querido. Dejo algunas cosas también muy interesantes para otra publicación.

Espero no haberlos aburrido.

Daniel Calcagni.

Qué tan rápido te darás cuenta…?

Un padre y su hijo viajaban en coche y desafortunadamente tienen un accidente gravísimo. El padre muere instantáneamente y al hijo lo llevan urgente al hospital para practicarle una complejísima operación.

Mientras llaman a la mayor eminencia médica de la ciudad para que efectúe dicha cirugía, pero cuando llega al quirófano dice: «Uy Dios mío!!! No lo voy a poder operar… Es mi hijo.»

¿Cómo puede ser?





Que tan rápido te diste cuenta?

Pues mientras que algunas personas tienen la respuesta inmediata, otros muchos son incapaces de resolver la pregunta que aquí se plantea.
Como nuestro cerebro, educado a base de dogmas machistas, no reconoce de inmediato que la eminencia médica puede ser una mujer, nos planteamos todo tipo de posibles escenarios con tal de no relacionar que su propia madre pueda ser una gran profesional de la medicina.

El mecanismo cerebral que nos empuja a sabernos seres con prejuicios se denomina parcialidad inconsciente o implícita. Se trata, según la BBC, de relaciones que tienen origen cultural y si no las frenamos reeducándonos, nos acompañarán toda la vida.

Nuestro inconsciente infantil se nutre de las situaciones que tenemos a nuestro alrededor, estableciendo conexiones entre distintos conceptos asumidos, como que una eminencia médica solamente puede ser un hombre.

Sólo quizás…

Quizás algún día te pueda preguntar…

¿Cuántas veces me has hecho esa misma pregunta?
¿Cuántas veces te he contestado que «Sí, me siento bien…»?
¿Cuántas veces pude agradecerte con mi silencio el que me hagas sentir que nunca hayas creído en mi respuesta?
¿Cuántas veces pude hacerte sentir con mis espacios, que te necesito como al aire, te amo con el alma y me haces tan feliz?

Sólo quizás…

(dc)

Una historia repetida. ..

Un peso extra sentía esa mañana, una molestia extraña, pero recurrente, volvía hacerse presente. Quizás la misma angustia de otras veces pero es que esta vez lo había encontrado cansado, por no decir agotado, ya creía que se habrían acumulado muchas injusticias.
Debería ir a trabajar como todos los días, al mismo y hasta ¿por qué no? muy querido lugar, donde gracias a muchos años de esfuerzo, estudios y un verdadero compromiso, lo hacían quererlo y conocer mejor que nadie las tareas que allí se realizaban.

Sin embargo hoy no era igual, tendría una nueva jefatura , un político más, quizás igual a muchos de los que ya habían pasado, pero la pequeña charla tenida el día anterior cuando se lo presentaron lo habían inundado de inquietudes; pues había podido notar que no sólo «no era conocedor» de los temas que debería dirigir, sino que había notado una total falta de humildad en sus actitudes, y para peor, una desesperada intención de demostrar y hasta lo había hecho en forma un poca irrespetuosa, que cómo ahora iba a estar él, todo iba a cambiar para bien…

Toda la tarde se había estado preguntando: ¿donde estaría todo lo mal que venía haciendo? Si todas las tareas que llegaban a sus manos se realizaban en tiempo y forma, y las que no, iban quedando absolutamente siempre pendientes por problemas de falta de recursos o de intervención de terceros. Pensaba que para colmo ahora y como hecho contraproducente, se tendría que afrontar el costo de mantener en el área un puesto directivo, con todo lo que ello conlleva. Mucho menos podía entender los cambios al que se habría hecho referencia, si hacía muy pocos días atrás lo habían felicitado por cómo venía llevando adelante al sector, es más, hasta creía estar convencido de la existencia de una fluida y cordial comunicación con sus directivos superiores.

Aunque en realidad… todo estaba claro, sabía que el nuevo director independientemente de los rumores que ya circulaban por toda la empresa de que habría tenido problemas con la justicia en empleos anteriores, era muy amigo de uno de los más altos funcionarios, y encima ya se venía maquinando que no sólo iban a tener que soportar su soberbia y falta de conocimiento, sino que deberían llevar a cabo, además de todas las tareas que ya venían realizando, una mucho más compleja: tratarlo con delicadeza por temor de perder el tan imprescindible empleo.

Buscaba sin embargo y casi desesperadamente aunque sea un muy pequeño motivo que le permita aceptar que esta nueva incorporación no sólo estaría colmado de injustas «atribuciones», sino que, a sabiendas de todo el esfuerzo que venía realizando para que le aumenten un poco más su sueldo, el recién llegado recibiría más del doble que su paga.

Se miró nuevamente al espejo, buscaba responsables, soluciones, respuestas…

Repasaba las tareas que se deberían finalizar, las que habría que retomar, los informes a los cuales se tendrían que dar curso, las capacitaciones a punto de concluir para todos los integrantes del sector; intentaba encontrar las palabras que debería usar para no romper el buen diálogo desde el primer día con su nuevo director, imaginar cómo serían sus reacciones y cuantificar todo el mal que le harían… cuando empezó a notar mareos, malestar general, dolor en el pecho y …

… nunca pudo enterarse que al no estar él, quien sería su nuevo director no pudo hacerse cargo del área porque hubo que buscar a alguien capacitado que lo hiciera, que nadie supo que fue de este señor que a raíz del triste desenlace terminó hasta discutiendo con su benefactor «amigo», ni que por la indiferente e impune decisión de funcionarios que no saben hace bien sus tareas, no iba a poder terminar siquiera todo lo que con tanto amor y dedicación había iniciado, mucho menos… disfrutar la vida.

(dc)

El mago y el rey.

Este cuento, en realidad en algo un poco parecido, lo leí en uno de los libros de Jorge Bucay, y si bien me gustó la idea, no tanto lo fue la redacción y mucho menos el desenlace, por lo que me propuse cambiarlo a mi gusto… que para nada significa que lo haya mejorado, es más, muy probablemente haya hecho todo lo contrario, pero… éste soy yo…

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«Muchas veces con los enemigos no se puede hacer otra cosa que aprender…»

Había una vez, en un reino muy lejano y un tanto perdido, un rey al que no había nada que lo hiciera tan feliz como el sentirse poderoso. Para ello no le bastaba con tenerlo todo, él necesitaba irremediablemente que todos lo admiraran y que lo hicieran sentir en todo momento que no existía en el reino nadie que lo pudiera superar en inteligencia, cultura o conocimientos.

Era muy común que en su entorno más cercano, tanto cortesanos como sirvientes lo alabaran por sus dotes, pero el Rey muy bien sabía que existía un anciano mago en el pueblo que no sólo era muy sabio, sino que se decía que podía algo que muy, pero muy pocos podían… y era conocer el futuro.

Continuos desvelos le provocaba al Rey la existencia de este hombre, pues se decía de él que era tanta su generosidad como la bondad en cada una de sus acciones, que el pueblo entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que el destino haya querido que viviera allí con ellos.

De su alteza no se decía lo mismo, quizás por su soberbia o por esa disimulada inseguridad que lo hacía demostrar en todos sus actos su poderío, no era exactamente lo que se dice un rey justo, ecuánime, ni mucho menos bondadoso.

Un día, cansado de no sentirse líder de su reinado, de que le siguieran llegando rumores de lo grandioso, sabio y querido que era el «mago» del reino, y motivado por esa mezcla de celos y temores que le generaba una terrible envidia, se le ocurrió un maléfico plan:

Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría a todo el reino, especialmente al mago, para luego de la cena pedir la atención de todos y llamarlo para que vaya al centro del salón y delante de todos, preguntarle si era cierto que podía ver el futuro.

El destacado invitado tendría dos posibilidades, decir que no, defraudando así la admiración de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama.

Como el rey estaba seguro de que escogería la segunda posibilidad, le pediría entonces que le dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta y sin importar cual fuera, en ese mismo momento planeaba sacar su espada y matarlo. De esta manera conseguiría dos cosas de un solo golpe, la primera, deshacerse de su enemigo para siempre y la segunda, demostrar que el mago no había podido adelantarse al futuro, ya que se había equivocado en su predicción. Se acabaría en una sola noche sus dos pesadillas, el mago y el mito de sus poderes…

Los preparativos se iniciaron enseguida, muy pronto llegó el día del festejo y tal como había sido planeado, después de la gran cena el rey hizo pasar al mago al centro del salón más grande del castillo y le preguntó:

– Han llegado a mis oídos que sos vidente. ¿Es cierto que puedes leer el futuro?

– Algunas premoniciones suelen venir a mi mente -dijo el mago-

– ¿Y serías capaz de ver tu propio futuro? -le preguntó el rey-

– Muy a mi pesar, puedo. -contestó el mago-

– Entonces quisiéramos que nos des una prueba -dijo el rey- ¿Dinos cuál es la fecha de tu muerte?

El mago se sonrió, miró a los ojos al Rey y optó por hacer silencio.

– ¿Qué le pasa mago? – dijo sonriente el rey y con un tono sobrador – ¿Acaso no lo sabe? ¿no es cierto que puedes ver el futuro?

– No!!! No es éso -dijo el anciano- Quizás esa respuesta no me anime a decírsela, mi Majestad.

– ¿Cómo que no te animas? -le dijo el rey-.Yo soy tu soberano y te ordeno que la digas en voz bien alta para que todos la escuchemos. Es muy importante para el reino poder saber cuando vamos a perder al gran mago del reino. Si lo sabes , pues dilo.

Luego de un tenso silencio en donde todas las miradas se posicionaban en el débil anciano, el mago lo miró y dijo:

– No puedo precisarte la fecha, pero sé que moriré exactamente el día anterior al que tu mueras…

Durante unos instantes el tiempo pareció congelarse y un murmullo corrió por entre todos los invitados. El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en las premoniciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.

Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio… Jamás hubiera esperado esa respuesta y la verdad, no supo bien que hacer ni decir. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.

– Alteza, se ha puesto pálido. ¿Qué le sucede? -preguntó el invitado- Yo todavía tengo mucha vida por delante…

– Me siento mal -contestó el monarca- voy a ir a mi cuarto, te agradezco mucho que hayas venido. Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones…

En realidad al Rey, muy aturdido, no dejaba de darle vueltas en la cabeza una sólo cuestión. ¿Y si al volver, al mago le pasara algo malo camino a su casa? Por ello volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta:

– Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio, pues por la mañana debo consultarte sobre algunas cuestiones reales.

– ¡Majestad!. Será un gran honor… -dijo el invitado con una reverencia-

El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y que custodiasen su puerta asegurándose de que nada pasara…

Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño, le molestaba terriblemente no poder dejarse de preocupar por la salud del anciano.

Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado, y si bien nunca había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, en cuánto el mago lo recibió le hizo una pregunta… necesitaba darle cuerpo a su excusa.

El mago, muy sabio él, le dió la respuesta más correcta creativa y justa que pudiera imaginar. No le quedó más remedio que alabar a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara unos dias más, supuestamente, para consultarle otros asuntos… (obviamente, el rey en el fondo sólo quería seguir asegurándose que nada le pasara).

El mago, que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados, aceptó…

Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente.

No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada una de las decisiones.

Pasaron meses, luego años, y como siempre suele pasar, estar cerca del que sabe vuelve el que no sabe, más sabio, así que el rey poco a poco se fue volviendo más intelectual y más justo. Ya no era despótico ni autoritario y dejó de necesitar sentirse poderoso y seguramente por ello mismo dejó de necesitar demostrar su poder.

Había aprendido que la humildad tiene sus ventajas y empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa. Increíblemente su pueblo empezó a amarlo como nunca antes.

Al rey dejó de preocuparle la salud del sabio por su premonición y sí por el gran cariño que ya le tenía. Los contactos del Rey con el mago habían pasado de ser cuestiones del reinado a verdaderas charlas de amigos. Al cabo de unos años y sin querer, su más odiado enemigo se habría convertido en su más increíble sustento de vida.

Sin embargo el rey nunca podía sacarse el peso de recordar el plan que aquella vez había urdido para matarlo. Se había dado cuenta que no podría seguir manteniendo ese secreto sin sentirse un hipócrita, por lo que tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró, le murmuro:

– Hermano mío, tengo algo para contarte que me oprime el pecho.

– Dime -dijo el mago- y alivia tu corazón.

– Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte frente a todos para que tu muerte inesperada desmistificara tu fama de adivino. Te odiaba porque sentía que todos te amaban… Estoy tan avergonzado de ello…

El rey, sin importar las consecuencias de su revelación, suspiró profundamente y continuó:

– Aquella noche, por temor, no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que amigos te siento mi hermano, me aterra pensar lo que hubiera perdido si lo hubiese hecho. Hoy he sentido que no podía seguir ocultándote mi infamia. Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies para siempre, pero siento que así debe ser.

El mago, más que sorprendido, orgulloso por los dichos de su rey, y hasta un poco culpable de haber atado su destino al de él, quizás con la intención de tranquilizarlo respecto a la premonición, lo miró y le dijo:

– Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo y me alegra que lo hayas hecho porque me permite decirte que yo ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y acariciaste con la mano el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta ser adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer -el mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey-. Como justa devolución a tu sinceridad, debo decirte que yo también pude haber inventado una absurda historia, la de mi muerte antes de la tuya… Quizás el destino quería que recibas una lección. Una lección que recién hoy creo que has aprendido, y quizás la más importante que yo haya enseñado.

Cuando vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros, en realidad odiamos y rechazamos asuntos muy internos en nosotros. Aquellas cosas que nosotros mismos creemos que son despreciables, amenazantes o inútiles, pueden sin embargo terminar siendo muy importantes en nuestras vidas y hasta nos podría costar caro vivir sin ellas. Tu muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y que mi día seguramente se acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras muertes. El rey y el mago se abrazaron entre lágrimas y festejaron brindando por la confianza que cada uno sentía en esa relación que habían sabido construir juntos…

Cuenta la leyenda que misteriosamente esa misma noche el mago murió sin ningun sufrimiento durante el sueño. El rey, al enterarse de la mala noticia a la mañana siguiente, no pudo más que sentirse desolado y llorar muy sinceramente por la muerte de su amigo.

Ni pensaba, ni estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia en este mundo. Estaba triste simplemente por la muerte de su gran amigo.

¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey pudiera contarle esto al mago, justo la noche anterior de su muerte?

Tal vez, y sólo tal vez, de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para quitarle su fantasía de morirse un día después. Un último acto de amor para librarlo de los temores de otros tiempos…

Cuentan que el rey con sus propias manos cavó en el gran jardín florido del Palacio, bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago. Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado de su tumba llorando como se llora ante la pérdida de cualquier ser muy querido.

Muy entrada la noche el rey volvió a su habitación y agotado por uno de los días más largos de su vida, se propuso descansar.

Cuenta la leyenda… que esa misma noche… veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía.

Quizás fue casualidad… quizás fue por dolor…

O quizás fue para confirmar la verdadera grandeza que por su humildad, el sabio anciano tenía muy bien guardado dentro de sus más grandes secretos.

(dc)

El pan ajeno.

Un muy pequeño relato con el verdadero sabor a algo que se llama grandeza.

El pan ajeno.

Aquel era un pan ajeno, el pan de mi compañero. Éste confiaba sólo en mí. Al compañero lo pasaron a trabajar al turno de día y el pan se quedó conmigo en un pequeño cofre ruso de madera. Ahora ya no se hacen cofres así, en cambio en los años veinte las muchachas presumían con ellos, con aquellos maletines deportivos, de piel de “cocodrilo” artificial. En el cofre guardaba el pan, una ración de pan. Si sacudía la caja, el pan se removía en el interior. El baulillo se encontraba bajo mi cabeza. No pude dormir mucho. El hombre hambriento duerme mal. Pero yo no dormía justamente porque tenía el pan en mi cabeza, un pan ajeno, el pan de mi compañero.

Me senté sobre la litera… Tuve la impresión de que todos me miraban, que todos sabían lo que me proponía hacer. Pero el encargado de Día se afanaba junto a la ventana poniendo un parche sobre algo. Otro hombre, de cuyo apellido no me acordaba y que trabajaba como yo en el turno de noche, en aquel momento se acostaba en una litera que no era la suya, en el centro del barracón, con los pies dirigidos hacia la cálida estufa de hierro. Aquel calor no llegaba hasta mí. El hombre se acostaba de espaldas, cara arriba. Me acerqué a él, tenía los ojos cerrados. Miré hacia las literas superiores; allí en un rincón del barracón, alguien dormía o permanecía acostado cubierto por un montón de harapos. Me acosté de nuevo en mi lugar con la firme decisión de dormirme.

Conté hasta mil y me levanté de nuevo. Abrí el baúl y extraje el pan. Era una ración, una barra de trescientos gramos, fría como un pedazo de madera. Me lo acerqué en secreto a la nariz y mi olfato percibió casi imperceptible olor a pan. Di vuelta a la caja y dejé caer sobre mi palma unas cuantas migas. Lamí la mano con la lengua, y la boca se me llenó al instante de saliva, las migas se fundieron. Dejé de dudar. Pellizqué tres trocitos de pan, pequeños como la uña del meñique, coloqué el pan en el baúl y me acosté. Deshacía y chupaba aquellas migas de pan.

Y me dormí, orgulloso de no haberle robado el pan a mi compañero.

Varlam Tíjonovich Shalámov.
(1907-1982)

Dizquedicen.

Dizquedicen que había una vez dos amigos que estaban contemplando un cuadro. La pintura, obra de quién sabe quién, venía de China. Era un campo de flores en tiempo de cosecha. Uno de los dos amigos, quién sabe por qué, tenía la vista clavada en una mujer, una de las muchas mujeres que en el cuadro recogían amapolas en sus canastas. Ella llevaba el pelo suelto, llovido sobre los hombros. Por fin ella le devolvió la mirada, dejó caer su canasta, extendió los brazos y, quién sabe cómo, se lo llevó. El se dejó ir hacia quién sabe dónde, y con esa mujer pasó las noches y los días, quién sabe cuántos, hasta que un ventarrón lo arrancó de allí y lo devolvió a la sala donde su amigo seguía plantado ante el cuadro.

Tan brevísima había sido aquella eternidad que el amigo ni se había dado cuenta de su ausencia. Y tampoco se había dado cuenta de que esa mujer, una de las muchas mujeres que en el cuadro recogían amapolas en sus canastas, llevaba, ahora, el pelo atado en la nuca.

Eduardo Galeano
Los Juegos del Tiempo.

Libres mariposas.

Ya se ve el tumulto del cielo.

Están llegando. Son negras y anaranjadas, como las monarcas que llegan a México el día de los muertos, o las que se pasean en los patios remotos del sur del conurbano cuando parece primavera.

Aquí, a estos aledaños del mundo, llegan en marzo. Se traen, como creían los mayas, los espíritus de los guerreros muertos. De los que desaparecieron en el agua, en la tierra, en el viento. Y se montaron a sus alas para volver, cada marzo, sobre un pañuelo con un nombre, con una fecha, sobre una cabeza que resiste los baldíos del olvido.

Son las únicas que pueden transformarse, cambiar su genética en la revolución de su cuerpo, ser una en la oruga y otra en el adn que sale a volar, deslumbrante y libre. Muy libre.

Por eso enloquecen al sistema. Desquician a los lobos. Perturban a los torturadores. Extravían a los asesinos.

Y traen entre sus alas, cabalgando como hace cuarenta años, jóvenes y enteros como antes, a todos. Para contarles a las viejas que no tienen frío, ahora que llegó la primavera. Que comieron bien, que se acostaron temprano. Que es mentira la muerte, que ellos no ganaron, que aquí estaban, mirá que cosa, cuánto tardamos en volver.

Serán las papalotl de los aztecas las que los liberaron de las prisiones del tiempo, serán las que desenterraron los huesitos, las que atraparon la calavera del fondo del río, las que se robaron los fémures de la esma donde esperan, silenciosos y eternos, 600 cuerpitos sin alma, serán ellas las que les ponen fuego y los traen aquí otra vez.

Serán ellas o las monarca o las naranja y negras que coquetean con los malvones empetrolados en Dock Sud.

Pero llegan. Están llegando bellas y vivas, convencidas de que esa revolución es posible, la propia, la de la oruga, la del mundo con la cabeza abajo y las patas al cielo, la que soñaron y sueñan los que vienen cabalgando en este deseo.

Son las mariposas de marzo.

Son 30 mil.

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Silvana Melo
(APe)

El paisaje de la realidad.

«Los funcionarios no funcionan.

Los políticos hablan pero no dicen.

Los votantes votan pero no eligen.

Los medios de información desinforman.

Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.

Los jueces condenan a las víctimas.

Los militares están en guerra contra sus compatriotas.

Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos.

Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan.

Es más libre el dinero que la gente.

La gente está al servicio de las cosas».

«Los banqueros de la gran banquería del mundo, que practican el terrorismo de dinero, pueden más que los reyes y los mariscales y más que el propio Papa de Roma. Ellos jamás se ensucian las manos. No matan a nadie, se limitan a aplaudir el espectáculo. Sus funcionarios, los tecnócratas internacionales, mandan en muchos países: ellos no son presidentes, ni ministros, ni han sido votados en ninguna elección, pero deciden el nivel de los salarios y del gasto público, las inversiones y las desinversiones, los precios, los impuestos, los intereses, los subsidios, la hora de salida del sol y la frescura de las lluvias. No se ocupan, en cambio, de las cárceles, ni de las cámaras de tormentos, ni de los campos de concentración, ni de los centros de exterminio, aunque en esos lugares ocurren las inevitables consecuencias de sus actos. Los tecnócratas reivindican el privilegio de la irresponsabilidad:
-Somos neutrales- dicen.»

«El sistema:
Con una mano roba lo que con la otra presta.
Sus víctimas:
Cuanto más pagan, más deben.
Cuanto más reciben, menos tienen.
Cuanto más venden, menos cobran».

Eduardo Galeano, fragmentos de su libro de los abrazos.

Los ricos no son mariposas…

Siempre llega el día en que nuestros hijos nos empiezan a hacer preguntas. Ésta es la historia de un inocente niño que luego de visitar a unos parientes que el destino quizo vivan en la pobreza, le pregunta a su padre.

– Papi ! ¿Porque existen ricos y pobres?

El padre queriendo explicarle de una manera representativa, se le ocurre llevarlo al jardín para juntos buscar y observar tanto a las orugas como a las mariposas.

– ¿Has notado claramente las diferencias que existen entre ellas? -le pregunta el padre-

– Sí Papi, -le dice el niño- Las orugas son feas, están como prisioneras dentro del poquito espacio que tienen para moverse, no tienen la libertad de volar, viven sucias y en la tierra y por más que se esfuerzan, sus pasos son tan cortitos que les resulta muy dificil avanzar. En cambio las mariposas son hermosas, tienen bellas alas llenas de colores, pueden volar de flor en flor y quedarse en donde más cómodas y seguras se sientan disfrutando las cálidas brisas y los rayos del sol. Hasta puedo lograr imaginarme lo felices que se sienten de ser libres mariposas, mientras que pareciera que a las pobres orugas sólo les queda sobrevivir por la bendita voluntad de Dios. Gracias Pá, ahora entiendo.

– ¿Que es lo que has entendido hijo?

– Que así como hay seres hermosos y coloridos, hay seres feos y muy raros, y la propia naturaleza se ha encargado de que así fuera. Por eso es natural que existan tanto los ricos como los pobres, y por ello mismo, mientras unos se deleitan en placeres y lo tienen todo, los otros por su condición y limitaciones, no le queda más opción que observar e intentar sobrevivir.

– ¿Sabes hijo mío que si bien a simple vista tu razonamiento puede resultar muy lógico, puedes estar totalmente equivocado por no tomar en cuenta algunas cosas?

– Pero… ¿Cómo que cosas padre?

– Si yo te dijera por ejemplo que la mariposa antes de ser hermosa y perfecta, primero tuvo que ser una fea y lenta oruga.¿Qué pensarías?

Luego de varios segundos en un desconcertado silencio el niño lleno de emoción le contesta:

– Que entonces los pobres algún día serán ricos!!!

– ¡Uf! Éso sería ideal y perfecto hijo mío !!! Pero no lo es… y te voy a explicar porqué.

Cuando a la oruga le llega el tiempo de transformarse, están dadas todas las condiciones para que pueda hacerlo y nada ni nadie interrumpe su proceso de formación y crecimiento, mucho menos las mismas mariposas que sólo esperan se conviertan en sus pares para poder revolotear juntas por los aires, mostrándoles al mundo sus hermosas alas de libertad.
En cambio los seres humanos que son ricos no dejan que los pobres se enriquezcan, no les permiten estudiar, forjarse un futuro, disfrutar lo que ellos sí pueden, les ponen muchas trabas para que no puedan progresar y lo más lamentable de todo, quieren brillar sólo ellos, aunque su brillo este pulido con el esfuerzo de los demás.

Entonces… ¿Ahora lo entiendes mejor? -le pregunta el padre-

– Si -dijo apesadumbrado el niño- Que las mariposas no tienen todo «éso» que a los humanos mucho nos sobra… egoísmo, envidia y aunque parezca mentira, mucha maldad.

(dc)

El adivino.

En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado o si pasará. El candidato responde que será reprobado…

Jorge Luis Borges

Quién puede dudar de la tan rebuscada genialidad del gran escritor?
También les dejo uno de sus tantos poemas:

Los justos.

«Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.»

JLB

Para los que se pregunten, el que «haya Stevenson» se refería a su siempre admirado escritor escocés Robert Louis Stevenson, autor de La isla del tesoro y El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, entre muchas otras obras.

Libertad.

Al ver esta foto no sólo sentí un agradable placer visual, sino que se me vino inmediatamente a la mente el concepto de libertad. Me pareció una imagen totalmente representativa, ya que las aves no son libres por el hecho de poder tomar vuelo y estar lejos del hombre, condenándonos de alguna manera a no poder disfrutarlas como debiéramos, lo serían si pudieran volar libremente a cualquier parte y cuando lo quisieran, sin importar cuán cerca estuvieran de nosotros.

Y buscando alguna definición de Libertad que pudiera ilustrar un poco mejor esta publicación, me acordé del siguiente diálogo entre una niña y su pediatra:

– Hola doctor, sabe que estuvo buenísimo el acto del 9 de Julio. Cantamos el himno con lenguaje de señas. -una sonriente Lucía de apenas 10 años le cuenta a su doctor luego que éste le preguntara sobre el acto escolar-

– La maestra del otro quinto tiene un hijito que es sordo y disfrutó mucho el habernos enseñado a utilizarlo. -completó la niña-

Sorprendido por su comentario e intrigado por saber cómo la viven y qué sentido tiene para la generación de los niños de hoy, el joven pediatra le pregunta:

– Me dejas pensando con tu historia. ¿Qué es para vos la independencia? -un interrogante que se presume profundo y difícil de interpretar por un niño-

La niña lo mira como pensativa, cómo intentando rastrear alguna definición que le haya tocado en alguna prueba de Sociales, y le contesta:

– Dejar de depender de otro.

– Muy bien ! ¿Y para qué sirve eso? -redobló la apuesta el doctor. Él profesional sabía que los niños son observadores, curiosos y muy inteligentes, y tenía casi la seguridad que se sorprendería con la respuesta.

Tras un largo silencio, en el cual hasta la madre que esperaba atenta se sintió tentada a contestar por ella, la niña responde:

– «Para ser libres, para poder hacer lo que queremos sin que nadie nos mande…»

Mejor definición casi imposible. Hay tratados sobre la libertad, la autodeterminación, que son difíciles de descifrar hasta para los adultos más intelectuales.

Y mientras el doctor continuaba con la consulta se quedó reflexionando sobre cuántos conceptos y definiciones hemos puesto los adultos en nuestros hijos.

Pero…

¿Somos capaces de trasladar a acciones esa exacta respuesta?
¿Somos capaces de abandonar temores y comodidades para dar, más vale según las edades, mayores libertades?
¿Podemos dejar que ejerzan la posibilidad de elegir algunas de sus cosas, el deporte que quieren hacer, la vestimenta que quieren utilizar o el corte de pelo que quieren llevar?

Deberíamos darles, de acuerdo con las diferentes personalidades de cada niño, responsabilidades crecientes. La libertad y la independencia los ayudará a crecer y sentirse protagonistas de su propia vida.

“Tenemos que ayudarlos en sus dificultades, pero no resolverlas en lugar de ellos”.

Si nos animamos… ellos lo harán !!!

Pues, la libertad se vive siendo libres.

(dc)

Y uno aprende

Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma; y uno aprende que el amor no significa acostarse y que una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender…

Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes… y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende… y con cada día uno aprende.

Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrá volver a tu pasado.

Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.

Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás deseando no volver a verla.

Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida.

Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.

Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.

Con el tiempo te das cuenta de que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir.

Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.

«Uno aprende…» y uno aprende y aprende… con cada día uno aprende.

Verónica A. Shoffstal.
(algunos erróneamente se lo atribuyen a Jorge Luis Borges.)

Eduardo Galeano

Algunas definiciones de nuestro querido Eduardo Galeano en el “Diccionario del Nuevo Orden Mundial”
 
Creación: Delito cada vez menos frecuente.
 
cultura universal: Televisión.
 
deuda externa: Compromiso que cada latinoamericano contrae al nacer, por la módica suma de 2 000 dólares, para financiar el garrote con el que será golpeado.
 
muerte de las ideologías: Expresión que comprueba la definitiva extinción de las ideas molestas y de las ideas en general.
 
Impunidad: Recompensa que se otorga al terrorismo, cuando es de estado.
 
Intercambio: Mecanismo que permite a los países pobres pagar cuando compran y cuando venden también.
 
Mercado: Lugar donde se fija el precio de la gente y otras mercancías.
 
mapa del mundo: Un mar de dos orillas. Al Norte, pocos con mucho. Al Sur, muchos con poco. el este que ha logrado dejar de ser Este, quiere ser Norte, pero a la entrada del Paraíso un cartel dice: Completo.
 
Naturaleza: Los arqueólogos han localizado ciertos vestigios.
 
Poder: Relación del Norte con el Sur. Dícese también de la actividad que en el Sur ejerce la gente del Sur que vive y gasta y piensa como si fuera del Norte.
 
Riqueza: Según los ricos, no produce la felicidad. Según los pobres, produce algo bastante parecido. Pero los estadistas indican que los ricos son ricos porque son pocos, y la fuerzas armadas y la policía se ocupan de aclarar cualquier posible confusión al respecto.
 
sociedad de consumo: Prodigioso envase lleno de nada. Invención de alto valor científico, que permite suprimir las necesidades reales, mediante la oportuna imposición de necesidades artificiales.
 
Veneno: Sustancia que actualmente predomina en el aire, el agua, la tierra y el alma.
 
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Una última frase de Eduardo que lo pinta de cuerpo entero… Un grande !!!!
 
«Culto no es aquel que lee más libros. Culto es aquel que es capaz de escuchar al otro».
 
Gracias Eduardo !!! Si bien te seguimos leyendo y releyendo… Te extrañamos mucho.

Una historia completamente absurda.

Hace ya cuatro días, mientras me hallaba escribiendo con una ligera irritación algunas de las páginas más falsas de mis memorias, oí golpear levemente a la puerta pero no me levanté ni respondí. Los golpes eran demasiado débiles y no me gusta tratar con tímidos.
Al día siguiente, a la misma hora, oí llamar nuevamente; esta vez los golpes eran más fuertes y resueltos. Pero tampoco quise abrir ese día porque no estimo absolutamente a quienes se corrigen demasiado pronto.
 
El día posterior, siempre a la misma hora, los golpes fueron repetidos en tono violento y antes de que pudiese levantarme vi abrirse la puerta y adelantarse la mediocre figura de un hombre bastante joven, con el rostro algo encendido y la cabeza cubierta de cabellos rojos y crespos que se inclinaba torpemente sin decir palabra. No bien encontró una silla se arrojó encima y como yo permanecía de pie me indicó el sillón para que me sentara. Después de obedecerlo, creí tener el derecho de preguntarle quién era y le rogué, con tono nada cortés, que me indicara su nombre y la razón que lo había forzado a invadir mi cuarto. Pero el hombre no se alteró y de inmediato me hizo comprender que deseaba seguir siendo por el momento lo que hasta entonces era para mi: un desconocido.
 
– El motivo que me trae ante usted -prosiguió sonriendo- se halla dentro de mi cartera y se lo haré conocer enseguida.
 
En efecto, advertí que llevaba en la mano un maletín de cuero amarillo sucio con guarniciones de latón gastado que abrió al momento extrayendo de él un libro.
 
– Este libro -dijo poniéndome ante la vista el grueso volumen forrado de papel náutico con grandes flores de rojo herrumbe- contiene una historia imaginaria que he creado, inventado, redactado y copiado. No he escrito más que esto en toda mi vida y me atrevo a creer que no le desagradará. Hasta ahora no le conocía más que su nombradía y sólo hace unos pocos días una mujer que lo ama me dijo que es usted uno de los pocos hombres que no se aterra de sí mismo y el único que ha tenido el valor de aconsejar la muerte a muchos de sus semejantes. A causa de esto he pensado leerle mi historia, que narra la vida de un hombre fantástico al que le ocurren las más singulares e insólitas aventuras. Cuando usted la haya escuchado me dirá qué debo hacer. Si mi historia le agrada, me prometerá hacerme célebre en el plazo de un año; si no le gusta me mataré dentro de veinticuatro horas. Dígame si acepta estas condiciones y comenzaré.
 
Comprendí que no podía hacer otra cosa que proseguir en esa actitud pasiva que había mantenido hasta entonces y le indiqué, con un gesto que no logró ser amable, que lo escucharía y haría todo lo que deseaba.
 
«¿Quien podrá ser -pensaba entre mí- la mujer que me ama y le habló de mí a este hombre? Jamás he sabido que me amara una mujer y si ello hubiera ocurrido no lo habría tolerado porque no hay situación más incómoda y ridícula que la de los ídolos de un animal cualquiera…» Pero el desconocido me arrancó de estos pensamientos con un zapateo poco elocuente pero claro. El libro estaba abierto y mi atención era considerada necesaria.
 
El hombre comenzó la lectura. Las primeras palabras se me escaparon; puse mayor atención en las siguientes. De pronto agucé el oído y sentí un breve estremecimiento en la espalda. Diez o veinte segundos más tarde mi rostro enrojeció; mis piernas se movieron nerviosamente; al cabo de otros diez segundos me incorporé. El desconocido suspendió la lectura y me miró, interrogándome humildemente con la mirada. Yo también lo miré del mismo modo e incluso como suplicando, pero estaba demasiado aturdido para echarlo y le dije simplemente, como cualquier idiota sociable:
 
– Continúe, se lo ruego.
 
La extraordinaria lectura continuó. No podía estarme quieto en el sillón y los escalofríos recorrían no sólo mi espalda, sinó también la cabeza y el cuerpo entero. Si hubiese visto mi cara en un espejo tal vez me hubiera reído y todo habría pasado, ya que probablemente reflejaba un abyecto estupor y un furor indeciso. Traté por un momento de no seguir oyendo las palabras del calmo lector pero no logré sino confundirme más y escuché íntegra, palabra por palabra, pausa tras pausa, la historia que el hombre leía con su cabeza roja inclinada sobre el bien encuadernado volumen. ¿Que podía o debía hacer en tan especialísima circunstancia? ¿Aferrar al maldito lector, morderlo y lanzarlo fuera del cuarto como a un fantasma inoportuno?
 
¿Pero por qué debía hacer eso? Sin embargo, aquella lectura me producía un fastidio inexpresable, una impresión penosísima de sueño absurdo y desagradable sin esperanza de poder despertar. Creí por un momento que caería en un furor convulsivo y vi en mi imaginación a un enfermero uniformado de blanco que me ponía la camisa de fuerza con infinitas y desmañadas precauciones.
 
Pero finalmente terminó la lectura. No recuerdo cuántas horas duró, pero aún en medio de mi confusión noté que el lector tenía la voz ronca y la frente húmeda de sudor. Una vez cerrado el libro y guardado en su maletín, el desconocido me miró con ansiedad aunque su mirada no tenía ya la avidez del comienzo. Mi abatimiento era tan grande que él mismo lo advirtió y su admiración aumentó enormemente al ver que me restregaba un ojo y no sabía qué contestarle. Me parecía en ese momento que nunca más podría volver a hablar y hasta las cosas más simples que me rodeaban se presentaron a mis ojos tan extrañas y hostiles que casi tuve una sensación de repugnancia. Todo esto parece demasiado vil y vergonzoso; pienso lo mismo y no tengo indulgencia alguna para mi turbación. Pero el motivo de mi desequilibrio era de mucho peso: la historia que aquel hombre había leído era la narración detallada y completa de toda mi vida íntima interior y exterior. Durante aquel lapso yo había escuchado la relación minuciosa, fiel, inexorable de todo lo que había sentido, soñado y hecho desde que vine al mundo. Si un ser divino, lector de corazones y testigo invisible, hubiese estado a mi lado desde mi nacimiento y hubiera escrito lo que observó de mis pensamientos y de mis acciones, habría redactado una historia perfectamente igual a la que el ignoto lector declaraba imaginaria e inventada por él. Las cosas más pequeñas y secretas eran recordadas y ni siquiera un sueño o un amor o una vileza oculta o un cálculo innoble escaparon al escritor. El terrible libro contenía hasta sucesos o matices de pensamiento que ya había olvidado y que recordaba solamente al escucharlas.
 
Mi confusión y mi temor provenían de esta exactitud impecable y de esta inquietante escrupulosidad. Jamás había visto a ese hombre; ese hombre afirmaba no haberme visto nunca. Yo vivía muy solitario, en una ciudad a la que nadie viene si no es forzado por el destino o la necesidad, y a ningún amigo, si aun podía decir que los tenía, le había confiado nunca mis aventuras de cazador furtivo, mis viajes de salteador de almas, mis ambiciones de buscador de lo inverosímil. No había escrito nunca, ni para mí ni para los demás, una relación completa y sincera de mi vida y justamente en aquellos días estaba fabricando fingidas memorias para ocultarme a los hombres incluso después de la muerte.
 
¿Quien, pues, podía haberle dicho a ese visitante todo lo que narraba sin pudor y sin piedad en su odioso libro forrado de papel antiguo color herrumbre? ¡Y él afirmaba que había inventado esa historia y me presentaba, a mí, mi vida, mi vida entera, como una historia imaginaria!
 
Me hallaba terriblemente turbado y conmovido, pero de una cosa estaba bien seguro: ese libro no debía ser divulgado entre los hombres. Aun cuando debiera morir ese increíble infeliz autor y lector, yo no podía permitir que mi vida fuese difundida y conocida en el mundo, entre todos mis impersonales enemigos. Esta decisión, que sentí firme y sólida en mi fuero íntimo, comenzó a reanimarme levemente. El hombre continuaba mirándome con aire consternado y casi suplicante. Habían transcurrido sólo dos minutos desde que terminó su lectura y no parecía haber comprendido el motivo de mi turbación. Finalmente, pude hablar.
 
– Discúlpeme, señor -le pregunté-. ¿Usted asegura que esta historia ha sido verdaderamente inventada por usted?
 
– Precisamente -respondió el enigmático lector ya un poco tranquilizado-, la he pensado e imaginado yo durante muchos años y cada tanto hice retoques y cambios en la vida de mi héroe. Sin embargo, todo ello pertenece a mi inventiva.
 
Sus palabras me incomodaban cada vez más, pero logré formular todavía otra pregunta:
 
– Dígame, por favor: ¿está usted verdaderamente seguro de no haberme conocido antes de ahora? ¿De no haber escuchado nunca narrar mi vida a alguien que me conozca?
 
El desconocido no pudo contener una sonrisa asombrada al oír mis palabras.
 
– Le he dicho ya -contestó- que hasta hace poco tiempo no conocía más que su nombre y que solamente hace unos días supe que usted acostumbraba aconsejar la muerte. Pero nada más conozco sobre usted.
 
Su condena estaba ya decidida y era necesario que no demorase en ser ejecutada.
 
– ¿Está siempre dispuesto -le pregunté con solemnidad- a mantener las condiciones establecidas por usted mismo antes de comenzar la lectura?
 
– Sin ninguna duda -respondió con un ligero temblor en la voz-. No tengo otras puertas a las que llamar y esta obra es mi vida entera. Siento que no podría hacer ninguna otra cosa.
 
– Debo entonces decirle -agregué con la misma solemnidad, pero atemperada por cierta melancolía- que su historia es estúpida, aburrida, incoherente y abominable. Su héroe, como usted lo llama, no es sino un malandrín aburrido que disgustará a cualquier lector refinado. No quiero ser demasiado cruel agregándole todavía más detalles.
 
Comprobé que el hombre no aguardaba estas palabras y me di cuenta de que sus párpados se cerraron instantáneamente. Pero al mismo tiempo reconocí que su poder sobre mí mismo era igual a su honestidad. De inmediato reabrió los ojos y me miró sin temor y sin odio.
 
– ¿Quiere acompañarme afuera? -me preguntó con voz demasiado dulce para ser natural.
 
– Cómo no -respondí, y luego de ponerme el sombrero salimos de la casa sin hablar.
 
El desconocido llevaba siempre en la mano su maletín de cuero amarillo y yo lo seguí delirante hasta la orilla del río que corría caudaloso y resonante entre las negras murallas de piedra. Una vez que echó una mirada a su alrededor y comprobó que no se hallaba nadie que tuviese aspecto de salvador se volvió hacia mí diciendo:
 
– Perdóneme si mi lectura lo hartó. Creo que nunca más me tocará aburrir a un ser viviente. Olvídese de mí no bien le sea posible.
 
Y estas fueron justamente sus últimas palabras, porque saltando ágilmente el parapeto y con rápido empuje se arrojó al río con su maletín. Me asomé para verlo una vez más pero el agua yo lo había recibido y cubierto. Una niña tímida y rubia se había percatado del rápido suicidio pero no pareció asombrarla demasiado y continuó su camino comiendo avellanas. Volví a casa después de realizar algunas tentativas inútiles. Apenas entré en mi cuarto me extendí sobre la cama y me adormecí sin demasiado esfuerzo, como abatido y quebrantado por lo inexplicable.
 
Esta mañana me desperté muy tarde y con una extraña impresión. Me parece estar ya muerto y esperar solamente que vengan a sepultarme. He tomado inmediatamente previsiones para mi funeral y fui personalmente a la empresa de pompas fúnebres con el fin de que nada sea descuidado. A cada momento espero que traigan el ataúd. Siento ya pertenecer a otro mundo y todas las cosas que me circundan tienen un indecible aire de cosas pasadas, concluidas, sin ningún interés para mí.
 
Un amigo me ha traído flores y le dije que podía esperar para ponerlas sobre mi tumba. Me pareció que sonreía, pero los hombres sonríen siempre cuando no comprenden nada.
 
Giovanni Papini (1881-1956)

El dios de Spinoza.

Te has preguntado alguna vez si Dios estuviera frente a tí que te diría?

Cuenta una leyenda que una vez le preguntaron a Albert Einstein si creía en Dios, y él contestó que sí, pero que sólo en el Dios de Spinoza, ese mismo Dios que si estuviera frente a él seguramente le diría:

“Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho !!! Lo que quisiera de ti es que salgas al mundo a disfrutar de la vida. Que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que supuestamente he hecho para tí .

Deja ya de ir a esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que no paras de repetir que en ellos yo me encuentro. Mi verdadero hogar está en las altas montañas, en los tupidos bosques, en los ríos, en esos hermosos lagos donde he dejado que se el cielo se refleje para tí, en las playas donde el mar jamás se cansará de acariciar sus costas con sus olas, ahí es en donde vivo y ahí es donde te expreso todo mi amor.

Y deja ya de culparme si es que en tu vida te crees miserable. Yo nunca te dije que había nada mal en tí o que serías un pecador si haces ésto o aquello.

Disfruta el sexo con amor, es uno de los regalos en los que más me he esmerado. Expresa en él todo tu amor, tu éxtasis, tu alegría, y no me culpes por todo lo que te han hecho creer algunos hombres.

Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijo… No me encontrarás en ningún libro! Ya te he dicho donde lo podrás hacer.

Puedes confiar en mí, pero deja de pedirme cosas. ¿Acaso piensas que soy un mandadero? ¿O me vas a decir como tengo que hacer mi trabajo?

Y deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te crítico, ni me enojo, ni me molesto, ni mucho menos te voy a castigar. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… y más vale, de libre albedrío.

¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti?
¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice?
¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad?
¿Qué clase de dios puede hacer eso?

Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en tí.

Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para tí. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía. Puse en el hombre el sentido común y es él el quien debe decirte que hacer.

Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.

Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre para crear en tu vida lo que quieras. El mal o el bien está en tu decisión, no en la mía.

No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera, como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.

Deja de creer tanto en mí, creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en tí. Quiero que me sientas cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a un animalito o cuando le estés dando algo a alguien que lo necesita.

Deja de alabarme. ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy?
Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan.
¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidándote, cuidando tu salud, tus relaciones, protegiendo al más débil, a la naturaleza, al mundo.

¿Te sientes mirado, sobrecogido?… ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de hacerme sentir que no me equivoqué.

Deja de complicarte y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí.
Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas.
¿Para qué necesitas milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?

Y si es muy tarde, estás sólo, es de noche y cubriendote del frío en un oscuro rincón de este universo, no me busques afuera, búscame dentro tuyo… sefguro ahí estaré, latiendo en ti.»

******
Baruch Spinoza (Ámsterdam, 1632 – La Haya, 1677) fue un filósofo neerlandés de origen sefardí hispano-portugués, heredero crítico del cartesianismo, considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés René Descartes y el alemán Gottfried Leibniz. Hostigado por su crítica racionalista de la ortodoxia religiosa, su obra cayó en el olvido hasta que fue reivindicada por grandes filósofos alemanes de principios del siglo XIX. Según Renan, «Schleiermacher, Goethe, Hegel, Schelling proclaman todos a una voz que Spinoza es el padre del pensamiento moderno».

El principito y la rosa.

– “Te amo” – dijo el principito…

– “Yo también te quiero” – dijo la rosa.

– “No es lo mismo” – respondió él… «Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía… Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes. Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras necesidades. Entonces, cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando el “bien” querido no nos corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados. Si quiero a alguien, tengo expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada ser humano es un universo.
Amar es desear lo mejor para el otro, aún cuando tenga motivaciones muy distintas.
Amar es permitir que seas feliz, aún cuando tu camino sea diferente al mío. Es un sentimiento desinteresado que nace en un donarse, es darse por completo desde el corazón. Por esto, el amor nunca será causa de sufrimiento. Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por querer, no por amar. Se sufre por apegos. Si realmente se ama, no puede sufrir, pues nada ha esperado del otro. Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro placer de dar. Pero es cierto también que esta entrega, este darse, desinteresado, solo se da en el conocimiento. Solo podemos amar lo que conocemos, porque amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y el alma no se indemniza. Y conocerse es justamente saber de vos, de tus alegrías, de tu paz, pero también de tus enojos, de tus luchas, de tu error. Porque el amor trasciende el enojo, la lucha, el error y no es solo para momentos de alegría. Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.”

– “Ya entendí” – dijo la rosa.

– ”No lo entiendas, vívelo” – dijo el principito.

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Si bien muchos atribuyen que este hermoso texto fue extraído del genial libro «El principito» de Antoine de Saint-Exupéry, la realidad es que es una recreacion literaria escriao por la escritora Viviana Baldo.