«Esta
vida me ha enseñado que no hay que insistir sobre la belleza de las
tierras, de las criaturas, ni de las cosas. Que debería uno tener el
valor estético de ser siempre y en todo viajero, sólo viajero, porque al
final el mejor recuerdo es el de aquello que no se tuvo nunca, y los
ojos más bellos fueron los ojos que en una madrugada lívida vimos desde
nuestro vagón de ferrocarril, en la ventanilla de otro tren que se
cruzaba irremisiblemente con el nuestro.»
César González Ruano.
(Madrid, 1903-1965)
