Vos, tu y él.

Juan, tornero, empleado, muy trabajador, super creativo, una familia divina, peso a peso y con la ayuda de sus primos se está construyendo la casa; vive en un sector muy chiquito de la misma porque todavía no está totalmente techada. Muchos meses tiene que hacer milagros para llegar a fin de mes, es un sueño de la familia que el hijo más grande pueda terminar con los estudios universitarios. No sabe lo que significa salir de vacaciones, le encantaría tener un coche nuevo, la vida pasa muy rápido y está muy, muy cansado…

Sebastián, ayudante de Juan, está aprendiendo muy rápido, vive con su novia en una humilde casita muy lejos del trabajo, en un barrio donde el valor del alquiler le da posibilidades de ahorrar un poquito, quizás algún día pueda comprarse el lotecito. Por su vocación le hubiera encantado estudiar medicina, pero igual está muy agradecido de estar aprendiendo una profesión y poder ser algún día como Juan.

Gabriel, contador, trabaja en la fábrica junto a Juan y Sebastián, si bien fue contratado para llevar la contabilidad, hace las veces de gerente, administrador y jefe de personal. Es muy capaz y lo alegra mucho que los dueños confíen en él para tantas responsables tareas. Termina muy tarde su labor y ocupa muchos sábados y domingos en poder cumplir con todas sus obligaciones. Pudo en estos últimos años comprarse la casita y anda en un buen auto, pero no sabe, aunque lo quisiera, lo que es jugar con sus hijos y muchas veces discute con su señora a raiz del poco tiempo que pasa con ellos. Cuando termine de pagar los créditos, quiere llevarlos a un lindo lugar de vacaciones para compensarlos.

Rubén, nieto de inmigrantes, heredero de una fábrica de casi 20 empleados que por suerte viene dando buenas ganancias. Sin estudios, con una infancia llena de superficialidades, sabe muy bien que le debe a Juan el éxito del producto que fabrican y que si no fuera por Gabriel en pocos meses todo se vendría abajo; pero pareciera encargarse muy eficientemente de que ellos no lo noten, a veces hasta parece encontrar satisfacción en pensar que con el dinero que gastó en la última reforma del parque y la piscina, Juan hubiera terminado toda su casa, o que con menos de lo gastado en sus recientes vacaciones, Sebastián tendría su lote y Gabriel hubiera podido disfrutar su tan merecido descanso en el lugar de sus sueños.

No es culpa de Juan, ni de Sebastián o Gabriel y mucho menos de Rubén, todos viven en el mismo e injusto sistema.

Quién puede asegurar que es lo que está bien o lo que está mal ?

Todos somos iguales pero muy distintos, todos necesitamos esencialmente las mismas cosas pero queremos cosas muy distintas, todos decimos amar la vida, pero muchos no sabemos lo que es vivir…

Daniel Calcagni.

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