El dueño de una veterinaria estaba colocando un anuncio en la puerta del negocio que decía: «Tenemos cachorritos muy lindos en venta».
Esa clase de anuncios siempre atraen a los niños y pronto un niñito apareció en la tienda preguntando:
«¿Cual es el precio de los perritos?»
El dueño contestó: «Entre $300 y $1000».
El niñito metió la mano en su bolsillo y sacó apenas un sólo billete de $10 y algunas pocas monedas:
«Mmm… creo que no llego… pero… ¿puedo verlos?».
El hombre con una sonrisa en su expresión debido a la inocente situación, más vale que se prestaría a hacer feliz al niño y con un silbido llamó a su perra.
De la trastienda salió corriendo una hermosa perra seguida por cinco perritos. Uno de ellos, con una importante dificultad en dar sus cortos pasitos, se iba quedando muy considerablemente retrasado respecto a los demás.
El niñito señalando al perrito rezagado que cojeaba, inmediatamente preguntó:
«¿Qué le pasa a ese perrito?»
El hombre le explico que cuando el perrito nació, el veterinario le dijo que tenía una cadera defectuosa, que conservaría esa malformación por el resto de su vida y que nunca podría ser normal.
El niñito se emocionó mucho y exclamó:
«¡Ése es el perrito que quiero comprar! ¿Cuánto cuesta?»
El hombre un poco sorprendido y casi sobrando la intención del niño le contesta:
«No, No… Tú no vas a comprar ese cachorrito!!! Si realmente Io quieres, no me queda más que regalártelo.»
El niñito con un cambio muy evidente en su expresión, mezcla de disgusto y mucha bronca, mirando directo a los ojos del hombre le dijo:
«Yo no quiero que usted me lo regale, creo que él vale tanto como los otros perritos, se lo voy a comprar y le pagaré hasta el último centavo!!!! De hecho, le voy a dar ya mismo todo lo que tengo y pasaré todos los sábados a la mañana a entregarle lo que vaya juntando por hacerle los mandados a mi mamá».
El hombre mucho mas sorprendido y ahora desconcertado, con una débil voz y un poco atragantado, le contesta:
«Pero hijo… tú en verdad no querrás comprar ese perrito. Él nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros perritos».
El niñito se agachó y levantando su pantalón para dejar al descubierto su pierna izquierda, la cual se veía cruelmente retorcida e inutilizada soportada por un gran aparato de metal, miró de nuevo al hombre y le dijo:
«Bueno, parece que yo tampoco voy a poder jamás correr muy bien, y por otro lado el perrito necesitará siempre a alguien que lo entienda y lo atienda».
El hombre mordiéndose el labio, con sus ojos llenos de lágrimas y totalmente avergonzado… con una sentida sonrisa le dijo:
«Hijo, sólo espero y rezo para que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú».
Javy y Campeón fueron amigos entrañables.