Demasiado.

Era un hombre muy enamoradizo pero, durante años, había logrado encontrar siempre una excusa para no abordar a las mujeres que amaba:
“ella es demasiado simpática, demasiado alta, demasiado sincera, demasiado guapa, demasiado rica, demasiado casera, demasiado directa, demasiado religiosa, demasiado niña, demasiado seria, demasiado…”.
Le vimos vivir una vida llena de demasiados y renuncias, tras la cual sólo nos quedó una dolorosa sospecha:
Ellas nunca habían sido demasiado; en cambio, él siempre fue poca cosa.

 

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