Ese ruido había desencadenado en él una serie de rápidos pensamientos y toda su vida había transcurrido en imágenes en apenas fracciones de segundo. Instintivamente se llevó las manos a los bolsillos y no pudo evitar padecer no sólo pequeños ahogos sino sucesivos mareos quizás por haber notado que no traía su celular. Todo daba vueltas en una extraña simbiosis de absoluto silencio y tremenda oscuridad. Quizo gritar, pedir auxilio, pero cada infructuoso intento lo iba llevando abruptamente a un estado de pánico tal, que sólo su ahora inalcanzable y milagrosa pastilla podría evitarlo. Prácticamente empapado en transpiracion se dejó lentamente caer mientras iba deslizando su espalda apoyada contra la pared. Buscaba desesperadamente alguna forma de pensamiento que lo llevará a tranquilizarse, aunque sea durante al menos esos pocos y últimos minutos de vida que le parecía que le restaban. El pensar en sus hijos hicieron que de alguna manera pudiera sacar algo de fuerzas, quería poder enfrentar la situación con mayor entereza; en el fondo no le parecía nada justo que ellos tuvieran que llevar en sus espaldas el recuerdo vergonzoso de un padre cobarde, al que prefirieran algún día olvidar.
Sin embargo un milagroso y extraño sonido, acompañado al mismo tiempo por la iluminación de todo el interior del ascensor en el cual se encontraba, pareció generar el impulso necesario para que se pusiera nuevamente en marcha y llegara hasta el piso donde se encontraba su nuevo y ya no tan apreciado departamento.
Una vez abierta la puerta de la terrorífica nave, haber conseguido levantarse de su incomoda posición en el piso, arreglarse un poco la ropa, secarse lo que pudo la transpiración e intentar cambiar al menos un poco la expresión de su seguramente desencajada cara, con dulce voz y simulando una completa y armoniosa tranquilidad, se dirigió a su mujer que lo estaba esperando preocupada del otro lado del pasillo:
«Hola mi amor, como va todo? Aquí también se cortó la luz?»
Daniel Calcagni.
SENCILLAMENTE MARAVILLOSO DANY
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