Santiago Maldonado

El profesor tomaba lista, al llegar a Santiago Maldonado nadie levantó la mano…

El médico salía de su consultorio y en voz alta llamaba a Santiago Maldonado, nadie se hizo presente…

Se escuchaba por el altavoz de la humilde estación de tren que el señor Santiago Maldonado se haga presente en el sector de informes , nadie lo hizo…

Se anunciaba en el gran salón que el señor Santiago Maldonado podía pasar a buscar por la administración algunas pertenencias encontradas, nadie pasó a retirarlas…

Y así, cómo si toda una nación se hubiera puesto de acuerdo, sólo un triste y muy pesado silencio sucumbió al llamado desesperado de toda una sociedad cansada de tanta mentira y crueldad.

Que ese silencio no sea igual al nuestro !!!!

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El creador.

Se le había ocurrido inventar un sistema totalmente autónomo, uno que pudiera captar imágenes en colores y procesarlas instantáneamente en tres dimensiones, resolver perspectivas, calcular profundidades, se adaptara perfectamente a distintos niveles de luminosidad, ya sea ante el brillo del sol o en la penumbra, que captara sonidos y pueda discriminarlos selectivamente para procesar sus contenidos, que pudiera recibir aromas y que no solo los memorizara sino que también pudiera diferenciarlos y hasta cancelarlos, que pudiera sentir a través de su recubrimiento exterior la temperatura, la humedad, radiaciones, porosidad, rugosidad, texturas y hasta pueda reconstituirse, que tuviera la capacidad de obtener estímulos o sabores a través de receptores gustativos, la capacidad de emitir sonidos de tal forma que le permitiera interactuar con otros sistemas similares para comunicarse y poder llegar a logros mucho más trascendentales que los individuales, que pudiera valerse por si mismo de los alimentos necesarios para su subsistencia y que por múltiples y sofisticados procesos internos elabore todas las sustancias vitales para su funcionamiento y subsistencia, que tuviera inmensos deseos de reproducirse y como si todo esto fuera poco, también pudiera crear, pensar, memorizar, imaginar, llorar, reír, gritar, odiar, perdonar, estudiar, crecer, emocionarse, equivocarse, sufrir, amar, sentir… y saberse en todo momento único y mortal.

Y Dios creó al hombre…

Entre héroes y penumbras.

No, no es fácil. No es nada fácil ser un desgraciado asesino a sueldo. Para el común de la gente puede parecer algo muy sencillo, pero no se imaginan lo dura, triste y solitaria que es esta vida. Y es que las películas de Hollywood han logrado crear en la mente de todos un perfil muy equivocado sobre quiénes somos, sí… aparecemos en el momento preciso con nuestro rifle de mira telescópica, jamás nos tiembla el pulso, ni nuestra mente se distrae en disertaciones filosóficas acerca de lo que está bien y de lo que está el mal, llegamos a ese instante tan minuciosamente calculado como si nada, simplemente apuntamos, disparamos, desaparecemos y listo, como si todo pudiera ser una secuencia de fríos y discretos pasos milimétricos que se olvidan una vez que fueron dados. Almas invisibles, manos desconocidas, dinero negro, sucio y apestado… Ja!

Bueno, ya estoy a pocos segundos de reventarle los sesos a un político corrupto. Pocos segundos, muy pocos. Llevo meses preparando este trabajo, siempre oculto, haciéndome pasar por quién no soy, entre el gentío pero sin ser gente, cronometrando cada movimiento de este mal nacido hdp que, ahora más que nunca estoy convencido, no merece otra cosa que la muerte.

En algunos segundos más, este miserable, ladrón, atorrante, habrá sido… y mañana será portada. Ja…! Tendremos otro puto mártir, otro falso héroe de esta tan nuestra y manoseada historia…

Sólo algunos pocos segundos…

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Daniel Calcagni

Darcy Ribeiro.

“Me puse al lado de los indios
y me derrotaron.

Me puse al lado de los negros
y me derrotaron.

Me puse al lado de los campesinos
y me derrotaron.

Me puse al lado de los obreros
y me derrotaron.

Pero nunca me puse al lado
de los que me vencieron.

Y ésa… fue mi victoria !“

Darcy Ribeiro
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Darcy Ribeiro (Montes Claros, Minas Gerais, 26 de octubre de 1922 – Brasilia, 17 de febrero de 1997) además de intelectual y político brasileño fue antropólogo, decía que sus mejores tiempos fueron los pasados entre indígenas en la Amazonia, profesor, autor de ensayos polémicos, novelista y vicegobernador de Río de Janeiro, donde creó un sistema de educación pública universal en régimen de tiempo completo.

Antes del golpe militar de 1964 que instauró la dictadura que lo detuvo y luego lo exilió, fue jefe de Gabinete, creó -junto a un equipo especialmente brillante de su generación- la Universidad de Brasilia y fue su rector. Durante su largo exilio peregrinó por Uruguay, Chile, Venezuela, Perú, Costa Rica, México. Asesoró a Salvador Allende en Santiago y a Velasco Alvarado en Lima, fue consultor distinguido de la ONU. Murió siendo senador de la República, pero siempre decía que era, en primer lugar, educador.

Trató de entender el Brasil y revelarlo. Parte de ese esfuerzo descomunal quedó registrado en su último libro, El pueblo brasileño, que originó una espléndida serie de diez documentales exhibidos por la televisión brasileña, Los brasileños, dirigidos por Isa Grinspum, es, quizás, el más completo resumen de ese intento de entender los mecanismos que por siglos impidieron a su país de ser lo que podría ser.

También trató de entender América latina. Era un preguntón insaciable que disparaba dudas a sus contemporáneos, a la historia, a sí mismo. Su obra sobre el continente, las Américas y la civilización y El dilema de América Latina son referencias desde hace décadas, ayudó a formar generaciones en nuestros países.

Defendió con tenacidad juvenil que el futuro de nuestras gentes está inevitablemente vinculado con asumir nuestra identidad, que somos parte de una determinada realidad, y que son muchos más nuestros puntos de convergencia que de divergencia, que separados no seremos nada.

Hoy, son palabras que integran la solemnidad de los discursos oficiales. En tiempos de Darcy Ribeiro eran palabras peregrinas de quien no creía en lo imposible.

En Brasil, ha sido el que mejor incorporó la visión de Patria Grande. Así vivió sus años de exilio: actuando en los países que le dieron guarida, participando en el cotidiano, en los procesos políticos, culturales y sociales. Su manera de ver el mundo y vivir la vida rechazaba la contemplación lejana y estéril, la serenidad de los conformados, el silencio de los omisos.

Quería entrar a fondo en la realidad, entenderla, para poder cambiarla. De cada país en que vivió trajo marcas definitivas. Y en cada uno de ellos dejó sus huellas.

Quiso entender los procesos de formación de América latina a partir de un prisma nuestro, latinoamericano. Se negó a renunciar al derecho de tener una mirada propia, interior, sobre el continente.

Insistió, hasta el final, en creer en la necesidad urgente y perenne de cambios profundos en la región, para que alguna vez nos sea posible ser lo que podemos ser, y no lo que quieren que seamos. Algo parecido a los procesos que algunos de nuestros países viven, atendiendo a sus demandas iracundas.

El legado de Darcy Ribeiro tiene un precio, que es nuestro compromiso: saber merecer lo que preconizó, defendió, soñó y creyó.

Por primera vez vivimos una etapa de rechazo a la negación y de apuesta en la reivindicación. Pueblos sometidos a humillaciones infames por fin toman sus destinos en las manos para construir el futuro.

Darcy fue un hombre de pasiones incendiadas, y el sueño de la Patria Grande fue pasión permanente.

Una vez dijo: “En América latina seremos todos resignados o indignados. Y no me resignaré nunca”.

Cumplió. Hay que merecer esa indignación, esa memoria.

Los milagros.

Habia consagrado toda su vida a negar que los milagros existen, toda su fe estaba construida sobre pilares de negación y descreimiento. Hasta tenía colgada una imagen de Cristo en lo alto de su pieza como prueba de su desafiante filosofía de vida.

Solía hablarle a ella, como burlándose :

«Si tan cerca de Dios estás… demostrame que estoy equivocado !!!»

Pero su avaricia era tal que sus días pasaban calculando riquezas, proyectando conquistas, cosechando miserias, mientras que oscuros pensamientos teñían de gris toda posibilidad de asimilar coloridas sus vivencias.

Aquel día … ya viejo, muy solo, triste cómo no podía ser de otra manera y abrumado mentalmente por sus desdibujados y confusos pensamientos, sintió mientras descansaba que su cuerpo se elevaba lentamente hacia esa imagen de Cristo qué, un tanto abandonada, nunca había dejado de observarlo desde allí.

Sorprendido y asustado gritó :

No!!! No!!! Ahora No!!! Es muy tarde!!!

Y deseó con todas sus fuerzas volver a su lecho de descanso y olvidar para siempre ese milagroso hecho que no hacía más que sacudir sus reñidas creencias y revivir esos viejos y buenos sentimientos que ocultos esperaban algún día poder surgir.

Quizo ansiosamente recuperar todo aquello por lo cual sostenía estar convencido y no morir sabiendo que todo su pasado había estaba equivocado y ahora, viejo y enfermo, sus días se convertirían en arrepentimiento y en un triste y amargo final.

Vivió el resto de su vida desorientado, perdido, con una muy controvertida idea de un sueño extraño que marcó en su historia un punto sin retorno, la duda de si a los milagros hay que negarlos o simplemente no desearlos fervorosamente y en soledad…

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Daniel Calcagni.