Mes: abril 2017
Me aceptás como amiga ?
La arquitecta Candela Prieto estaba a punto de apagar la computadora de su oficina cuando recibió un mensaje en Facebook que decía así: «Hola, me llamo Candela Prieto y tengo diez años. Te escribo desde el pasado. Primero que nada, me alegra saber que en el futuro voy a ser flaca y linda. Tus fotos del muro me encantan. ¿Me agregás como amiga?».
A Candela Prieto no le causó gracia el mensaje. Salió de la oficina enojadísima y preguntó a sus empleados quién estaba haciendo ese chiste espantoso. Todos la miraron sin entender. Volvió a entrar, se sentó en la computadora y espió el perfil de la otra Candela. Había cinco fotos de su propia infancia, y entonces se asustó.
Esas fotos ya no existían, porque ella misma las había roto hacía mucho. En todas las imágenes estaba gorda, y tenía esos anteojos horribles, y el pelo de una escoba, y los dientes torcidos. ¡Ah, cómo odiaba esas fotos! Sobre todo una, en la que tenía una papada gigantesca… ¿Quién le estaba haciendo aquella broma de mal gusto?
Respondió el mensaje con rabia: «Seas quien seas, no tiene ninguna gracia. Sacá ya mismo esas fotos mías de internet. ¡Imbécil!».
La otra Candela respondió enseguida: «No te enojes… Solamente quiero ser tu amiga y que me cuentes cuándo empezaste a ser linda. ¿Ese chico que aparece con vos es tu novio? Está buenísimo».
Candela Prieto, la arquitecta, sonrió.
«¿Sos vos, Esteban? Cortála. ¿Dónde conseguiste esas fotos de cuando era chica?», escribió la arquitecta.
La nena tardó en responder. «No. Soy Cande, ya te dije. ¿Quién es Esteban? ¿Tu novio?».
La arquitecta estalló: «¡Lo que estás haciendo es un delito contra la privacidad! Si no me decís quién sos, llamo a la policía ahora mismo».
La nena dijo: «¿Otra vez? Me llamo Candela, tengo diez años, mis papás se llaman Laura y Eduardo y vivo en la quinta, pasando las vías.»
La arquitecta escribió con bronca: «¡Todo eso lo podés averiguar en cualquier parte, idiota!».
La nena respondió: «Tengo un perro que se llama Caniche. Ayer papá me llevó al garage, a solas, y me dijo que Caniche se va a tener que morir esta semana, de viejo. ¿Te suena eso?».
La arquitecta Candela Prieto se quedó muda en su oficina, con los ojos en el monitor.
La nena siguió: «Caniche es mi único amigo, porque en la escuela nadie me habla. Y si alguien me habla es para burlarse de mí. En cambio Caniche, cuando llego a la tarde, me salta encima y mueve la cola. Lo conozco desde que nací, pero ahora ya no tiene fuerza ni me puede mirar porque se quedó ciego. Estuve llorando toda la tarde, pero ahora veo que tenés 671 amigos en Facebook, y que sos linda, y estoy mejor…», escribió la nena en el chat.
El mensaje quedó titilando un rato largo en el monitor. La arquitecta Candela Prieto no respondió rápido porque lloraba y lloraba y no podía parar. Hacía años que no lloraba por nada.
«Gracias por el piropo», dijo cuando se secó las lágrimas, «pero en realidad no soy tan linda, solamente subo fotos donde estoy maquillada. Y de todos esos amigos nada más que tres son de verdad. Al resto casi ni los conozco. Pero decime, ¿quién sos?».
«No te voy a decir más quién soy, ya te lo dije tres veces y es molesto que no me creas. ¿Te puedo hacer una pregunta?», escribió la nena.
La arquitecta le respondió que sí, que podía hacer una pregunta.
«¿Cuándo empezaste a adelgazar, cuándo dejaste de usar anteojos, cuándo se te corrigieron los dientes?», escribió muy rápido, con un montón de faltas de ortografía.
«Más o menos a los doce dejé de comer porquerías, porque me empezaron a gustar los chicos y ninguno quería bailar conmigo. A los trece pegué un buen estirón. Dejé de usar anteojos a los catorce, cuando me pusieron lentes de contacto, y los dientes no fueron mérito mío, sino del odontólogo.»
La nena dijo: «¿Y cuándo me van a salir las tetas?».
La arquitecta se rió muy fuerte y escribió: «En dos o tres años, no te preocupes por eso». La nena le devolvió un emoticón feliz, y la arquitecta se rió fuerte.
«Hay algo que no puedo entender», dijo la pequeña Candela. «Estuve viendo un montón de fotos tuyas en tu casa… Ya sé que vivís sola, que comés cosas raras y le sacás fotos al plato, que vas a fiestas, que sos arquitecta y que viajás por muchos lugares… Pero nunca vi una foto tuya con tu perro de ahora. ¿Por que no tenés fotos con tu perro? ¿Es feo?».
Candela, la arquitecta, respondió: «Es que no tengo perro».
La nena dijo: «¡Eso es imposible! Yo sé que siempre voy a tener perro. Lo sé desde que nací… No puedo vivir sin perro».
La arquitecta Prieto se quedó perpleja. Era verdad: de chica ella le juraba a todo el mundo que siempre tendría un perro. ¿Por qué se había olvidado de algo tan importante?
El chat la sacó de esos pensamientos: «Me tengo que ir, papá me llama a cenar», dijo la nena. La arquitecta solo atinó a escribir: «Chau». Y se quedó sola en la oficina, sin saber muy bien lo que había pasado.
A las seis en punto de la tarde salió del trabajo y, en lugar de ir directo a su casa como siempre, pasó por la veterinaria del barrio y se quedó en la vidriera mirando cachorritos.
Había cuatro: un cocker, uno blanco precioso del que no conocía la raza, un salchicha con cara muy divertida y el más chiquito de todos, que la miraba por la ventana. Entró y se quedó con el último, que ni siquiera era el más caro. Volvió a su casa con el perrito en los brazos, le dio leche y le puso de nombre Caniche.
Después se sentó en la compu, abrió su perfil de Facebook y aceptó la invitación de amistad de Candela. Y también la buscó por el chat: «Cande, ¿estás?». Del otro lado nadie le respondió. «¿Estás, Candela? Ya llegué a casa, y quiero contarte algo».
Del otro lado, silencio.
La arquitecta Prieto fue a la galería de imágenes de la nena y se quedó mirando la segunda foto, en la que ella tenía diez años y el pelo desprolijo y los dientes torcidos. La miró un rato largo: era la foto que más había odiado en toda su vida. Entonces buscó el botón azul y lo apretó lo más fuerte que pudo:
«Me gusta».
Hernán Casciari ( del blog Orsai )
El oficio de sirvienta.
Ilka Oliva Corado es una escritora y poetisa maravillosa, de origen Guatemalteco, residente en Estados Unidos e inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo.
De su blog:
El oficio de sirvienta.
Últimamente defensores de derechos humanos nos llaman asistentes domésticas, para aminorar el golpe, pero a las cosas por su nombre: somos sirvientas, nuestro oficio es servir.
Partiendo de ahí, podemos desmenuzar la gama de abusos que vivimos quienes trabajamos en el servicio doméstico y en mantenimiento. No importa el país, la realidad de los sirvientes es la misma en todos lados. No nos vamos a dar baños de pureza y a señalar a Estados Unidos como el causante de todos nuestros males. En India, existen las castas, en Latinoamérica las mentes colonizadas, y así vamos por país y continente, cada uno con sus propios males.
No se trata del color, de la nacionalidad, ni del idioma, se trata de quién tiene el poder y quien tiene el poder abusa y discrimina, con propios y extraños. El oficio de niñera y empleada doméstica es el mismo, solo varía el nombre: en ambos el trabajo es servir. Y digo servir con todo el peso de la palabra: de día y de noche. Cuando los niños están en la escuela o en clases particulares, las niñeras nos encargamos de limpiar la casa, los cuartos de juego, cocinar, lavar la ropa: el oficio doméstico. El de la empleada doméstica es igual y ambas son tratadas como muebles viejos. Porque una limpia pañales sucios y la otra baños sucios: ambas trabajan entre la mierda.
Las niñeras somos las mamás emergentes, estamos ahí todo el tiempo porque las mamás están en sus clases de yoga, tomando el té con amigas o viajando por el mundo. Algunas, contadas, son las que trabajan. Entonces las niñeras sin querer, como consecuencia de nuestro trabajo, damos abrazos, entendemos emociones, cuidamos enfermedades, contamos cuentos y nos desvelamos y damos apoyo moral a niños que aprendemos a querer como propios y, que en el futuro cuando se den cuenta de nuestro papel en su casa y en la sociedad, nos tratarán como los muebles viejos desechables. Porque es el patrón, porque son parte del círculo de la cultura del capital.
Las sirvientas conocemos la intimidad de las familias, hasta de lo que no quieren que nadie se entere, conocemos temperamentos, vicios, miedos, jactancias, vacíos y pretensiones. Porque estamos ahí todo el tiempo, invisibles, muebles viejos que se mueven de un lugar a otro para que no estorben. Trabajamos en silencio, a manera de pasar desapercibidas porque, ¿qué tiene qué contar una sirvienta? ¿En qué forma puede una sirvienta interactuar con sus empleadores? Máximo cuando ellos tienen cuna de oro, y pergaminos y se codean con la crema y nata de la sociedad. De ninguna, la sirvienta no siente, no piensa, no tiene emociones, está ahí para servir, jamás es vista como persona, no existe como ser humano.
Las sirvientas no nos cansamos, nunca tenemos derecho a enfermarnos, a estar deprimidas, a anhelar, a extrañar, no tenemos derecho tampoco a los beneficios laborales, las vacaciones son para otros no para nosotras. No tenemos derecho a las emergencias porque entonces, ¿quién va a limpiar los cuartos, a lavar los platos, a planchar la camisa del patrón, a hacer el desayuno y a trapear? ¿Quién irá por el correo, por el pan y al supermercado? ¿Quién le cuidará la fiebre a los niños? ¿Quién limpiará el vómito del señor que llegó borracho en la madrugada?
Y si a pesar del abuso todo sobrepasa los extremos inconcebibles, las empleadas domésticas también somos abusadas sexualmente por el empleador, hijos de los empleadores, amigos de los empleadores y bajo la tutela de la empleadora que hace que no ve. Porque al fin y al cabo los hombres son así, sedientos de placer todo el tiempo y mejor que tengan relaciones con la sirvienta que con una trabajadora sexual que les puede pegar enfermedades… Y en la muchos de los casos esa empleada doméstica es una niña que no pasa de los 18 años.
Las empleadas domésticas no tenemos derecho a los dolores menstruales, porque somos máquinas, y tampoco a angustiarnos cuando nuestros hijos están enfermos en casa o en la guardería donde los dejamos para ir a trabajar. No tenemos derecho a añorar a nuestros padres y hermanos que dejamos en el pueblo cuando nos fuimos a la capital o emigramos a otro país. Tenemos la obligación de estar íntegras para servir a nuestros empleadores, vivimos por ellos y para ellos, nuestras vidas no existen, no tienen derecho a existir. Tampoco los cumpleaños, ni las navidades, ni los días festivos, nosotras estamos de planta todos los días del año, a todas horas.
Las empleadas domésticas, guardamos secretos íntimos que cualquier amigo de nuestros empleadores daría el brazo derecho por saber. Nunca nos dicen gracias por nuestra ética, ¿qué puede conocer de ética una limpia baños? ¿Qué puede saber de pintura, arte, lectura, de vinos, de quesos finos y comidas gourmet? Una cosa es que las cocinemos y sirvamos y otra interactuar.
¿Qué puede saber una sirvienta de ropa de marca, lociones caras y teléfonos inteligentes? Tal vez nada, pero es la que cuida los más preciado de los empleadores: sus hijos. A una sirvienta jamás le darían sus automóviles para ir al supermercado o a la farmacia, pero sí les confían a sus hijos todo el día y les dan las llaves de su casa. Un automóvil se lo pueden rayar, ensuciar y chocar, pero qué valor tienen sus hijos para que los dejen con una completa extraña que no sabe ni el idioma, ni marcar a un número de emergencia y además indocumentada si se trata de una migrante. ¿Cómo pueden confiar sus hijos a una ignorante carente de conocimientos básicos para sobrevivir en la sociedad del ego y el oportunismo?
Jamás le prestarían su carro de último modelo pero permiten que sea la que cocine y limpie sus habitaciones y lleve los niños a la escuela. Que encuentre los dildos tirados en el suelo o entre las sábanas y los lave y coloque en las gavetas donde se guardan. Intimidades que solo conocemos las empleadas domésticas. Y no tenemos derecho a encariñarnos porque los muebles no sienten, esos niños no son nuestros, un día crecerán y nos lo recordarán con una patada en el trasero y con un despido sin aviso, de una día a otro. Como si de un día a otro uno pudiera olvidar los recuerdos, cortar de tajo el afecto y asimilar que uno solo fue un mueble viejo al que le llegó el tiempo de terminar en el basurero.
¿Qué descanso necesitará una paria que trabaja como mula? Ninguno porque para eso nació, generacionalmente para eso nació, para cargar como mula.
Por eso se extrañan tanto cuando una empleada doméstica rompe el círculo y extiende las alas y vuela. Con sacrificio estudia y se convierte en una profesional, se sumerge al mundo de las artes, se convierte en negociante y empresaria, o regresa a los campos de donde salió, para hacerlos florecer. Pero por cada sirvienta que logra salir del averno, hay miles que se secan y mueren lentamente en el abuso y la exclusión. Y todas tienen un nombre propio, familias, raíz, identidad, sueños. Y todas sienten en lo más profundo de su ser y tienen pasiones y aman y crean, porque son seres humanos.
¿Alguno de ustedes, queridos lectores, alguna vez ha conversado con una empleada doméstica, viéndola a los ojos y la ha tratado de igual a igual? ¿Alguna vez se ha puesto en sus zapatos y se ha preguntado qué sería de su vida si le hubiera tocado trabajar en el servicio doméstico? ¿Qué cambiaría de ser así? ¿Por qué no lo cambia para los otros? Y no hablemos de agallas, hablemos de humanidad y humildad.
Ilka Oliva Corado
19 de abril de 2017
Estados Unidos.
Pensamientos.
Unos estarán escuchando música; nosotros sólo escuchamos estruendos…
Otros estarán disfrutando de un paisaje; nosotros vemos paredes oscuras, techos desmoronados y muchos escombros…
Quizás algunos duerman plácidamente; nuestros ojos se cierran a veces aterrorizados por el miedo de no volver nunca más a poder abrirlos…
Debe haber padres que ven a sus hijos alimentarse y educarse; yo veo a mis hijos temblar de miedo, sufrir el hambre y no entender lo que se siente tener futuro…
Cómo quisiera poder haber retenido en mi memoria la última sonrisa de la madre de mis hijos, lo más precioso que nos robaron fue la maravillosa acción de poder reír. Y que lindo sería volver a sentir nuevamente el aire puro, oír cantar a los pájaros y descansar bajo el manto protector de una leve lluvia que prometa dejarle lugar al más cálido de los rayos del sol; en cambio aquí el polvo, la oscuridad y por momentos el más terrible de los silencios nos pintan un escenario que quiebra a la mente y debilita al corazón.
Me pregunto: ¿qué nos diferencia? ¿porqué vos sí y yo no…?
¿El azar te hizo nacer estrellado y a nosotros olvidados?
¿Será tan así? ¿Existen realmente humanos privilegiados y otros descartables?
¿Mi alma que es igual a la tuya, tiene que ser propiedad de otro y nunca más va a ser mía?
Si yo soy el que siente, el que sufre, el que teme, el que piensa … ¿por qué no somos los dueños de nuestro destino?
Muy triste me doy cuenta que lo único que hoy tengo son preguntas y paradójicamente lo que más solicita mi familia son respuestas…
Respuestas que yo no tengo, pero que muy probablemente, tú si las puedas tener…
Daniel Calcagni.
Entrevista.
Dónde está Dios…?
Un señor de unos 70 años viajaba en el tren, teniendo a su lado a un joven universitario que leía su libro de Ciencias. El caballero, a su vez, leía un libro de portada negra. Fue cuando el joven percibió que se trataba de la Biblia y que estaba abierta en el Evangelio de Marcos.
Sin mucha ceremonia, el muchacho interrumpió la lectura del viejo y le preguntó:
– Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos?
– Sí !!! Es más, no es un libro de cuentos, es la Palabra de Dios. ¿Acaso usted cree que estoy equivocado?
– Pero claro que lo está. Creo que usted señor debería estudiar Historia Universal. Vería que la Revolución Francesa, ocurrida hace más de 100 años, mostró la miopía de la religión. Solamente personas sin cultura todavía creen que Dios hizo el mundo en 6 días. Usted señor debería conocer un poco más lo que nuestros Científicos dicen respecto a todo eso, hoy en día los estudios están muy avanzados y sólo los ingenuos siguen creyendo en tales cosas.
– Y… ¿es eso mismo lo que nuestros científicos dicen sobre la Biblia?
– Seguro que sí, pero como voy a bajar en la próxima estación y no tengo tiempo de explicarle, déjeme su tarjeta con su dirección que le mandaré material científico por correo con la máxima urgencia.
El anciano entonces, con mucha paciencia, abrió cuidadosamente el bolsillo derecho de su bolso y le dio su tarjeta al muchacho. Cuando éste leyó lo que allí decía, salió cabizbajo, sintiéndose muy mal por lo ocurrido.
En la tarjeta decía:
Profesor Doctor Louis Pasteur Director General del Instituto de Investigaciones Científicas Universidad Nacional de Francia
——————-
«Un poco de Ciencia nos aparta de Dios. Mucha… nos aproxima.»
Dr. Louis Pasteur
El poeta.
El poeta…
cuando tiene su alma inundada de pobreza,
cuando tiene al alcance de sus ojos a la injusticia,
cuando un abismo sentimental lo invade por tanta infelicidad ajena,
sus escritos lloran las penas de todos los que acabaron muriéndose en silencio.
(dc)
Me nació este breve y sencillo texto en reconocimiento a Roque Dalton.
Les dejo dos escritos de él para que también lo conozcan:
ACTA.
En nombre de quienes lavan ropa ajena
(y expulsan de la blancura la mugre ajena).
En nombre de quienes cuidan hijos ajenos
(y venden su fuerza de trabajo
en forma de amor maternal y humillaciones).
En nombre de quienes habitan en vivienda ajena
(que ya no es vientre amable sino una tumba o cárcel).
En nombre de quienes comen mendrugos ajenos
(y aún los mastican con sentimiento de ladrón).
En nombre de quienes viven en un país ajeno
(las casas y las fábricas y los comercios
y las calles y las ciudades y los pueblos
y los ríos y los lagos y los volcanes y los montes
son siempre de otros
y por eso está allí la policía y la guardia
cuidándolos contra nosotros).
En nombre de quienes lo único que tienen
es hambre explotación enfermedades
sed de justicia y de agua
persecuciones condenas
soledad abandono opresión muerte.
Yo acuso a la propiedad privada
de privarnos de todo.
Roque Dalton.
Roque Dalton nació el 14 de mayo de 1933, en San Salvador y murió asesinado el 10 de mayo de 1975. El poeta, periodista, ensayista, novelista y militante revolucionario Roque Dalton, considerado el escritor más universal de El Salvador y uno de los más brillantes narradores centroamericanos.
El siguiente y muy pequeño poema habla a las claras cual era su grito literario:
POEMA.
«Las leyes son para que las cumplan los pobres.
Las leyes son hechas por los ricos para poner un poco de orden a la explotación.
Los pobres son los únicos cumplidores de leyes de la historia.
Cuando los pobres hagan las leyes, ya no habrá ricos.»
Si…
Si puedes conservar tu cabeza, cuando a tu alrededor todos la pierden y te cubren de reproches.
Si puedes tener fe en ti mismo cuando duden de ti los demás hombres, y ser indulgente para su duda.
Si puedes esperar y no sentirte cansado por la espera.
Si puedes – siendo blanco de falsedades – no caer en mentira, y si eres odiado, no devolver el odio; ¡sin que te creas, por eso, ni demasiado bueno ni demasiado cuerdo!
Si puedes soñar, sin que los sueños imperiosamente te dominen.
Si puedes pensar, sin que los pensamientos sean tu objetivo único.
Si puedes encararte con el Triunfo y el Desastre, y tratar de la misma manera a esos dos impostores.
Si puedes aguantar que a la verdad por ti expuesta, la veas retorcida por los pícaros, para convertirla en lazos de los tontos o contemplar que las cosas a las que diste tu vida se han deshecho, y agacharte y construirlas de nuevo, aunque sea con gastados instrumentos.
Si eres capaz de juntar, en un solo haz, todos tus triunfos y ganancias, y arriesgarlos, a cara o cruz, en una sola vuelta, y si perdieras, empezar otra vez, como cuando empezaste, y nunca más exhalar una palabra sobre la pérdida sufrida.
Si puedes obligar a tu corazón, a tus fibras y a tus nervios, a que te obedezcan aún después de haber desfallecido, y que así se mantengan, hasta que en ti no haya otra cosa que la voluntad gritando: “¡Persistid, es la orden!”.
Si puedes hablar con multitudes y conservar tu virtud o alternar con reyes y no perder tus comunes rasgos.
Si nadie, ni enemigos ni amantes amigos, puede causarte daño.
Si todos los hombres pueden contar contigo, pero ninguno demasiado.
Si eres capaz de llenar el inexorable minuto, con el valor de los sesenta segundos de la distancia final;
Tuya será la tierra y cuanto ella contenga, y – lo que vale más – ¡serás un Hombre, hijo mío!
Rudyard Kipling
(Bombay, 1865 – Londres, 1936)
La demanda.
Todos se habían puesto de acuerdo y estaban decididos a demandarlo por no cumplir sus promesas. Habían puesto su mayor esfuerzo y nadie dejó de hacer todo lo posible, sin embargo nada terminó como él lo había planteado. Un final tan inesperado y triste sólo tendría un culpable… y era él.
Ahora los personajes de esta historia alzarían su voz e irían con todas sus fuerzas. Tendrían a su favor muchas páginas del libro como prueba.
Al autor solo le quedará defenderse argumentando que la vida, a veces, simplemente nos cambia la manera de sentir…
Daniel Calcagni
Vida…
Otro día muy largo había llegado a su fin y tampoco había salido sorteada. Esos sorteos celestiales parecían nunca estar de su lado….
Que injusta y cruel maniobra del destino la habían llevado a esa situación, no era poco lo que estaba en juego, para ella era importante, todo su futuro dependía de ello. Soñaba por las noches que al despertar hubiera sido la elegida.
Cansada de tener tantos pensamientos perturbadores ya no veía la hora que llegase ese día, ése en el cual sienta que si bien su corazón sería prestado, se acabaran sus miedos y su vida al fin pudiera tomar otro sentido…
La inocente niña lo merecía…
Su familia, inundada de impotencia y desesperación, también…
Daniel Calcagni.
Despertar a tu lado.
No sabía si estaba soñando, pero sentía despertar en un día ya vivido, ella aun estaba allí, bella e inocente, durmiendo muy tranquila, quizás debido a sentirse protegida por el manto invisible de estar a su lado.
Pensó que el destino mágicamente le dejaría evitar todo el daño que había hecho, pero por donde empezar, debería pensarlo muy bien, ahora solo importaba la felicidad de quien tanto lo amaba.
Lo que no sabía era que su corazón había dejado de latir y no podría partir sin antes cumplir con aquel noble cometido.
Daniel Calcagni
Hablar con Dios.
Sólo un juego.
Mas vale que quería jugar un poco más, pero temía que otra vez no lo dejarían… En el fondo sabía que quedaban muchas cosas por hacer, quizás debería dejarlo para después, sin embargo era fundamental para él terminar esa batalla, muchos soldaditos habían quedado sin su líder, el más valiente de todos habría quedado herido en un rincón oscuro desde el último juego…
Como siempre lo aturdía no saber que era más importante… si seguir con el juego, terminar los deberes, hacer los mandados, continuar con su tediosa rutina protocolar, prepararse para la reunión de gabinete o dedicarse a concluir ese tan esperado discurso que como presidente, el país entero estaba esperando.
Daniel Calcagni
Hoy tuve un sueño.
Hoy tuve un sueño …
No sé el porqué, pero me encontraba en un humilde patio, con mucha gente, mucho ruido, mucha confusión. Tampoco sé el porqué, pero me encontraba hablando con una criatura muy menudita, pelo cortito y un tanto sucio como desparejo, estaba descalza y como sólo tenía un pantaloncito, recién al escucharla me pude percatar que era una dulce nena.
– “Cuando sea grande, quiero ser mala.”, me dijo.
Le pregunté por qué? Que por qué me decía eso? Pues parecía hacerlo con mucho convencimiento.
– “Porque Sí, porque no hay otra manera!!! “, temblaba su dulce vocecita mientras me lo decía.
Destrozado por su respuesta mis rodillas se desplomaron al suelo y tomándole sus manitos, mirándola a los ojos y muy seguramente con una expresión desesperada le dije que Noooo!!!
Que Dios la había puesto en este mundo para que sea feliz, y que para ello tenía que ser muy buena.
Un silencio eterno me dejó ver en sus tristes ojos, dos muy pequeñas lagrimitas, hasta casi aseguraría que aparecieron a pesar de todo el esfuerzo que habría hecho para que no lo hicieran… y con pasos muy cortitos, salió corriendo hasta perderse de vista en una humilde vivienda, como dando un portazo que sólo pudo sonar en mi alma porque en ella no había ninguna puerta.
Fue cuando un nene, apenas mayor que ella, de una figura muy parecida al de la niña y cuya última imagen había quedado más grabada en mi corazón que en mi mente, llorando, casi desconsoladamente, como buscando en mí a un simple aliado, me abrazó fuertemente y entre llantos me dijo :
– “Qué podré hacer para que entienda …? Yo siempre le digo lo mismo, pero nunca parece escucharme.“
Y desperté … con un raro y amargo sentimiento… ése, que a pesar de saberlo un sueño, la culpa de sentir que bajo ciertas circunstancias pueda darse en algún niño el sentimiento desencajado de esa divinura, no me dejó volver a dormirme
Hoy tuve un triste sueño…
Daniel Calcagni
Un cuento desde Gesell.
Uno de mis locos cuentos llegó a la radio…
Un cuento muy especial.
Ya de niño sospechaba que aquel brillo en el cielo, fascinante para sus ojos y muy cálido para su alma, un verdadero significado en su vida debería tener.No era una estrella común, pues su luz parecía esforzarse en llegar aún en esos días nublados y tristes. Es más, hasta parecía que su intensidad dependiera de su estado de ánimo, pues en aquellos días difíciles era cuando más brillaba, como intentando llegar con las fuerzas que a él le estaban faltando para superarlos.
Sólo, en la sala de espera del sanatorio donde daría a luz su primer hijo y observando por una pequeña ventana, como su inseparable estrella ahí estaba, recordaba todos esos momentos, los buenos y los no tanto, aferrándose cada vez más a ese misterio que su vivir muy fielmente iba atesorando.
Y fue ese mismo día, al ver en los ojos de su hijo recién nacido el extraño brillo que su estrella tenía, que creyó entender que las almas que ya no están con nosotros también sueñan… Y ésta, era la de aquel ser, que desde ya hacía mucho había partido y resignaba su eternidad por volver a estar en los brazos, ahora protectores, de su tan amado nieto.
Daniel Calcagni.
Dimensiones.
Vibraciones.
Sin embargo algo especial sucedería esta noche. Tanto amor dañado, tanto dolor embriagante, tanto extrañar sin ninguna esperanza, lo llevaron al oscuro salón de su casa, a ese rincón lleno de ausencias en donde el viejo piano descansaba, y fue muy grande su asombro al notar que entre el inmóvil polvo de culpas que lo cubría, sólo cinco teclas guardaban un limpio brillo en sus ojos.